LLENOS DE SU JUSTICIA

Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados. (Mat. 5: 6.)

La justicia es santidad, semejanza a Dios; y "Dios es amor" (1 Juan 4: 16). Es conformidad a la ley de Dios, porque "todos tus mandamientos son justicia " (Sal. 119: 172); y "el cumplimiento de la ley es el amor" (Rom. 13: 10). La justicia es amor, y el amor es la luz y la vida de Dios. La justicia de Dios se incorpora en Cristo. Al recibirle a él, recibimos la justicia.

No es por conflictos penosos ni por rudo trabajo, ni aun por dones o sacrificios, como se obtiene la justicia; sino que se concede gratuitamente a toda alma que tiene hambre y sed de recibirla. 'A todos los sedientos: Venid a las aguas; y los que no tienen dinero, venid, comprad y comed... sin dinero y sin precio" (Isa. 55: 1). "Su salvación de mí vendrá, dijo Jehová". "Este será su nombre con el cual le llamarán: Jehová, justicia nuestra'"(Isa. 54: 17; Jer. 23: 6).

No hay agente humano que pueda facilitar lo que satisfaga el hambre y la sed de justicia. Pero dice Jesús: "Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás" (Juan 6: 35).

Cuanto más conocemos a Dios, tanto más alto será nuestro ideal de carácter, y tanto más ansioso nuestro deseo de reflejar su imagen. Un elemento divino se une con lo humano cuando el alma busca a Dios, y el corazón anheloso puede decir: "Alma mía, en Dios solamente reposa, porque de él es mi esperanza" (Sal. 62: 5).

El llamamiento continuo del corazón es, "Más de ti", y siempre viene la respuesta del Espíritu, "Mucho más" (Rom. 5: 9-10)... Era el buen deseo del Padre que en Cristo "habitase toda plenitud", y "vosotros estáis completos en él" (Col. 1:19; 2:10).

Cristo es el gran depósito de la justicia que justifica y la gracia que santifica.

Todos pueden venir a él y recibir de su plenitud.

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