"JAMAS HOMBRE ALGUNO HA HABLADO COMO ESTE HOMBRE"

"Los alguaciles vinieron a los principales sacerdotes y a los fariseos; y éstos les dijeron: ¿Por qué no le habéis traído? Los alguaciles respondieron: ¡Jamás hombre alguno ha hablado como este hombre!... Les dijo Nicodemo... ¿Juzga acaso nuestra ley a un hombre si primero no le oye, y sabe lo que ha hecho?" (Juan 7: 45, 46, 50, 51).

Cristo vino a este mundo como lo predijeron las Escrituras del Antiguo Testamento, no obstante, lo tergiversaron e interpretaron erróneamente. Los fariseos se llenaron de odio contra él porque veían que sus enseñanzas tenían un poder y una atracción que las de ellos carecían. Decidieron que la única forma de contener su influencia era sentenciarlo a muerte. Enviaron, entonces, alguaciles del templo con el fin de detenerlo. Pero cuando estos oficiales llegaron a él y lo oyeron y fueron atraídos por sus palabras, quedaron tan encantados que olvidaron la orden recibida...
"¿También vosotros habéis sido engañados?" les preguntaron los ancianos... Nicodemo les dijo: "¿Juzga acaso nuestra ley a un hombre si primero no le oye, y sabe lo que ha hecho?"
La lección que Cristo dio a Nicodemo no había sido en vano. Intelectualmente su convicción era firme, y había aceptado a Jesús de todo corazón. Desde su entrevista con el Salvador había escudriñado fervientemente las Escrituras del Antiguo Testamento y visto la verdad colocada dentro de la verdadera perspectiva del Evangelio.
La pregunta presentada por él era sensata, y habría sido bien recibida por los que presidían en el concilio si no hubieran estado engañados por el enemigo. Pero estaban tan llenos de prejuicios que ningún argumento en favor de Jesús de Nazaret, por convincente que hubiera sido, habría influido sobre ellos. La respuesta que recibió Nicodemo fue: "¿Eres tú también galileo? Escudriña y ve que de Galilea nunca se ha levantado profeta".
Los sacerdotes y gobernantes habían sido engañados de acuerdo con la intención de Satanás, para que creyeran que Cristo provenía de Galilea. Algunos sabían que nació en Belén, pero permanecieron callados para que la falsedad no perdiera su poder.
Los hechos eran claros. La luz no había menguado. Pero la obra de Cristo había sido interpretada por diversas personas según el estado de sus mentes...
El Príncipe de paz vino para proclamar la verdad que traería armonía en medio de la confusión reinante. Pero Aquel que vino a traer la paz y la buena voluntad comenzó una controversia que terminó en su crucifixión (Manuscrito 31, 1889).

E.G.W.

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