UNA VISLUMBRE DEL FUTURO

"Entonces habrá señales... desfalleciendo los hombres por el temor y la expectación de las cosas que sobrevendrán en la tierra" (Luc. 21: 25, 26).

Juan también fue testigo de las terribles escenas que acontecerán como señales de la venida de Cristo. Vio ejércitos que se reunían para la batalla y el corazón de los hombres desfalleciendo de temor. Vio la tierra sacudida de su lugar, las montañas trasladadas al medio del mar, sus olas rugiendo y agitadas, y las montañas sacudidas por la turbulencia del mar. Vio abrirse las copas de la ira de Dios, y la peste, el hambre y la muerte que sobrecogían a los habitantes de la tierra.
El Espíritu de Dios se está retirando de la tierra. Huracanes, tormentas, tempestades, fuego e inundación, desastres por tierra y mar se siguen uno tras otro en rápida sucesión. La ciencia busca explicar estas catástrofes. Las señales aumentan en derredor, indicando la cercanía del Hijo de Dios, aunque los hombres las atribuyen a cualquier otra causa. Muchos no disciernen al ángel centinela que refrena los cuatro vientos que se desatarán cuando los siervos de Dios hayan sido sellados. Pero cuando Dios ordene a sus ángeles soltar los vientos, se producirá una escena de contienda como ninguna pluma ha podido imaginar.
Estamos en el mismo umbral de acontecimientos grandes y solemnes. La profecía se está cumpliendo rápidamente. El Señor está a la puerta. Pronto se iniciará un período de interés abrumador para todos los vivientes. Las controversias pasadas van a revivir y surgirán otras nuevas. Nadie sueña siquiera con las escenas que han de producirse en nuestro mundo. Satanás está trabajando por medios humanos.
Pero los siervos de Dios no deben confiar en ellos mismos en medio de esta gran emergencia. La secuencia de estos eventos venideros está en las manos de Dios. El mundo no carece de gobernante; la Majestad del cielo tiene en sus manos el destino final de las naciones y las preocupaciones de su iglesia...
El que gobierna en los cielos es nuestro Salvador. Él vigila el fuego del crisol que ha de probar a cada alma. Cuando se derrumben las fortalezas de los reyes, cuando la destrucción caiga sobre los impíos, su pueblo tendrá la certeza de estar seguro en sus manos. Con paciencia han de dominar sus almas.
Un futuro importante está delante de nosotros. Para confrontar las pruebas y tentaciones, para realizar los deberes, necesitaremos de gran fe y perseverancia. Pero, podemos triunfar gloriosamente, pues ninguno que vele, ore y crea caerá en las artimañas del enemigo. Todo el cielo está interesado en nuestro bienestar y espera que reclamemos sabiduría y fortaleza. En el tiempo de prueba que está delante de nosotros, la prenda de seguridad de Dios será colocada sobre quienes hayan guardado la palabra de su paciencia (Manuscrito 100, 1893).

E. G. W.

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