SE NOS LLAMÓ A SEPARARNOS DEL MUNDO

"Quien se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras. Esto habla, y exhorta y reprende con toda autoridad. Nadie te menosprecie" (Tito 2:14,15).

Cuando la verdad que apreciamos fue reconocida por primera vez como verdad bíblica, ¡cuán extraña parecía y cuán fuerte era la oposición que tuvimos que afrontar al presentarla a la gente al principio; pero cuan fervientes y sinceros eran los obreros obedientes que amaban la verdad! Éramos realmente un pueblo peculiar. Éramos pocos en número, sin riqueza, sin sabiduría ni honores mundanales; pero creíamos en Dios, y éramos fuertes y teníamos éxito, aterrorizando a los que obraban mal. Nuestro amor mutuo era firme; y no se conmovía fácilmente. Entonces el poder de Dios se manifestaba entre nosotros, los enfermos eran sanados, y había mucha calma y gozo santo y dulce.
Pero mientras la luz ha continuado aumentando, la iglesia no ha avanzado proporcionalmente. El oro puro se ha empañado gradualmente, y la muerte y el formalismo han venido a trabar las energías de la iglesia. Sus abundantes privilegios y oportunidades no han impulsado al pueblo de Dios hacia adelante y hacia arriba, hacia la pureza y la santidad. Un fiel aprovechamiento de los talentos que Dios le ha confiado aumentaría grandemente estos talentos. Donde mucho ha sido dado, mucho será pedido. Los que aceptan fielmente y aprecian la luz que Dios nos ha dado, y toman una alta y noble decisión, con abnegación y sacrificio, serán conductos de luz para el mundo...
Nadie tiene derecho a emprender la marcha por su propia responsabilidad y presentar en nuestros periódicos ideas acerca de ciertas doctrinas bíblicas, dándoles mayor importancia, cuando se sabe que otros entre nosotros tienen opiniones diferentes al respecto y que eso creará controversia. Los adventistas del primer día hicieron esto. Cada uno siguió su propio juicio independiente y trató de presentar ideas originales, hasta que no hubo acción concertada entre ellos, excepto, tal vez, en su oposición a los adventistas del séptimo día. No debemos seguir su ejemplo...
Hermanos y hermanas, no debemos flotar a la deriva con la corriente popular. Nuestra obra actual consiste en salir del mundo y separarnos de él. Esta es la única manera en que podemos andar con Dios, como anduvo Enoc... Como él, somos llamados a tener una fe fuerte, viva y activa, y ésta es la única manera en que podemos ser colaboradores con Dios. Debemos cumplir las condiciones trazadas en la Palabra de Dios, o morir en nuestros pecados. Necesitamos saber qué cambios morales esenciales debemos hacer en nuestro carácter, por la gracia de Cristo, a fin de ser aptos para las mansiones celestiales (Carta 53, 1887).

E. G. W.

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