A los amigos les gusta conversar


Y al orar no uséis vanas repeticiones, como los gentiles. S. Mateo 6:7.

Hay momentos en la vida en que uno se siente solo, indefenso, impotente. De repente, todo parece oscuro. Puede haber una multitud a tu alrededor, pero estás solitario y triste. Tal vez incomprendido, abandonado, rechazado. En esas horas, cuán bueno es saber que existe Alguien bien cerca de ti. No puedes verlo, ni tocarlo, pero puedes sentirlo. Está allí, mirándote con amor. Es el amigo de todas las horas, de todas las circunstancias. Su nombre es Jesús, o Emanuel, que quiere decir: "Dios con nosotros"

¿Hablaste alguna vez con él? ¿Ya le abriste el corazón como si fuera tu mejor amigo?

Quiero hablar contigo sobre la oración, ese acto maravilloso de conversar con Dios como se conversa con un amigo.

Hay mucha gente por ahí que piensa que la oración es un instrumento para pedir cosas a Dios, y que Dios tiene la obligación de responder. Pero cuando pasan los días y parece que la oración no es respondida, se pierde la motivación para continuar orando.

Ahora pregunto: Si tienes un amigo, ¿conversas con él solamente para pedirle cosas, o conversas con él por el placer de conversar? La oración es un vehículo de comunicación con Dios, y su gran objetivo es cultivar el compañerismo con él, conversar con él, pasar el tiempo a su lado, aunque eso no descarta la posibilidad de pedir. Pero si oras sólo para pedir cosas, pronto, pronto no tendrás más voluntad de orar.

Uno de los mayores enemigos de la oración es el formalismo (que, de paso, no combina con el cristianismo). La oración no puede ser algo formal, aprendido de memoria. Repetir siempre las mismas palabras por considerar que es nuestro deber hacerlo no es cultivar el compañerismo con Dios. El secreto de una oración poderosa está en la sinceridad.

Debemos ir a Dios como estamos, abrirle el corazón y contarle todos nuestros sueños, tristezas, alegrías; en fin, hablarle y contarle lo que estamos sintiendo, lo que salió o no salió bien durante el último día; compartir con él nuestras dudas, nuestros aciertos y desaciertos. Necesitamos hacer eso todo el día, el día entero.

Cuando hablamos con Dios, no es para informarle sobre nuestros actos. El sabe todo. Conoce hasta los secretos más íntimos de nuestro corazón. Necesitamos hacer eso para colocar nuestro ser en dependencia de él. Somos nosotros los que necesitamos de él, somos nosotros los que necesitamos sentirnos seguros a su lado y sentir su fuerte brazo tomando nuestra frágil mano.

Pr. Alejandro Bullón

Comentarios

Unknown ha dicho que…
Hola! Simplemente que me gusto mucho el post y comparto.

Gracias

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