El problema es el corazón


Os daré un corazón nuevo y pondré un espíritu nuevo dentro de vosotros. quitaré de vosotros el corazón de piedra y os daré un corazón de carne. Ezequiel 36:26.

Un colega y yo comprábamos papas en la feria del barrio, en una pequeña ciudad en algún lugar de América del Sur. La persona que nos atendía era una mujer muy sencilla, que seguramente apenas sabía leer y escribir y con certeza nunca había salido de ese pequeño rincón del mundo.

En lugar de una balanza, la mujer usaba un aparato artesanal que sólo tenía capacidad para pesar hasta medio kilo. Pero lo que me llamó la atención fue la habilidad con que la mujer tomaba dos o tres papas que ya habían sido pesadas y las colocaba de nuevo en la balanza hasta completar los dos kilos que queríamos comprar.

Miré a mi colega; él también se había dado cuenta de la "hábil jugada" de esa mujer sencilla. "No hay caso", le dije, "el problema es el corazón humano

Cuando nace, el hombre ya viene con la naturaleza pecaminosa. Es egoísta, y sólo le gusta hacer cosas equivocadas. Cuando somos sencillos y casi analfabetos como la mujer de la historia, los actos equivocados son grotescos, simplotes y hasta ridículos. Pero cuando tenemos cultura y educación, nos volvemos sutiles y corteses en el arte de practicar el mal.

Por eso la promesa de Dios no tiene que ver con los actos. "Seréis purificados de todas vuestras impurezas, y de todos vuestros ídolos os limpiaré" (vers. 25), y "os daré un corazón nuevo y pondré un espíritu nuevo dentro de vosotros".

La promesa de Dios va a lo profundo, adonde está verdaderamente el problema: al corazón, a la naturaleza, a la raíz del mal.

Muchas veces somos engañados por superficialidades. Cada vez que se acerca una elección, la esperanza de que todo va a cambiar gana nuestro corazón. "Este partido político es el mejor", pensamos. "Este sistema es la solución", creemos, y casi siempre nuestras esperanzas se frustran. ¿Sabes por qué' Porque el problema no está en el sistema de las cosas, está en el corazón del ser humano. Comunismo, imperialismo, derecha, izquierda, centro; teóricamente, todos desean el bien. El problema es el corazón. Mientras el ser humano tenga un corazón inconverso, será egoísta por naturaleza, buscará sus propios intereses sin preocuparse por los demás. La cultura, la instrucción, hará al hombre más o menos sofisticado para la práctica de sus actos, pero los actos siempre serán egoístas.

La pregunta de esta mañana es: "¿Estoy realmente convertido, o mi conducta no es más que una sofisticada manera de aparentar que todo está bien?" La persona realmente convertida no necesita probar que lo está. Sencillamente, vive, y sus actos son frutos naturales y maravillosos para gloria y honra de Dios.

Pr. Alejandro Bullón

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