Confía


Yo soy el buen pastor y conozco mis ovejas, y las mías me conocen. Juan 10:14.

Cada palabra, cada acción es una obra para Dios. Aquí se combinan la fe en Dios y la fe en el hombre. Cristo jamás hubiera dado su vida por la raza humana si no hubiera tenido fe en las almas por las cuales murió. Sabía que un gran número respondería al amor que había expresado para la humanidad. No todo corazón reacciona positivamente, pero todo el que así lo desee puede responder a ese amor que no tiene paralelo. “Mis ovejas oyen mi voz”, dijo Cristo. El corazón que suspira por Dios reconocerá la voz del Señor. Dios no puede hacer nada en favor del alma que no responde a la gracia que le ha ofrecido ni al amor que le ha prodigado. Él espera la reacción de las almas. El asunto descansa enteramente sobre ellos. Carta 153 a, 1897.

Un programa de televisión precediendo a las olimpiadas del invierno de 1988, presentó esquiadores ciegos que fueron entrenados para esquiar en pistas inclinadas, esto sonaba como imposible. Emparejados con esquiadores videntes, los esquiadores ciegos fueron enseñados en lo llano como hacer las vueltas hacia la derecha o izquierda. Cuando esto fue superado, fueron llevados a la pista inclinada, donde sus compañeros videntes esquiaban a lado de ellos gritando, “¡izquierda!” y “¡derecha!” Así mientras obedecieran las indicaciones, serían capaces de franquear la pista y cruzar la línea fi nal, dependiendo exclusivamente de la palabra de los esquiadores videntes. Esto era confi anza total o catástrofe. ¡Qué vívido cuadro de la vida cristiana!

En este mundo, somos en realidad ciegos acerca de qué rumbo tomar. Tenemos que depender exclusivamente de la Palabra del Único que es verdaderamente vidente: Dios mismo. Su palabra nos da la dirección. A nosotros nos toca confi ar y cumplir con el camino.

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