El futuro siempre es mejor


Cuando Job hubo orado por sus amigos, Jehová le quitó la aflicción; y aumentó al doble todas las cosas que habían sido de Job. Job 42:10.

En cierta ocasión el Pr. Jair Goés fue invitado a visitar a un enfermo en la ciudad de Juazeiro. Era un joven rubio, atractivo, que estaba en la fase terminal del SIDA. El encuentro fue dramático, como todo encuentro en que ronda la muerte. Veinticinco años son pocos para pensar en el fin de la existencia, pero el enemigo cobra muy caro el precio del pecado.

El Pr. Jair creyó que un tema oportuno para esa ocasión podía ser la parábola del hijo pródigo. Abrió la Biblia y, después de analizar la parábola, hizo un llamado para que Marcio regresara al hogar.

"¿Usted piensa que todavía tengo tiempo? ¿Piensa que el Padre todavía puede recibirme?", fue la pregunta vacilante que salió de los labios, con mucha dificultad, expresando lo que el corazón sentía. El pastor lo animó, y, antes de irse, Marcio le dijo: "Si usted cree realmente que yo puedo volver al Padre, por favor, visíteme mañana".

El pastor visitó frecuentemente al joven enfermo, quien fue conociendo cada día más y más a Jesús. Se apasionó por él y le entregó el control de su vida hecha pedazos.

Seis meses después, para sorpresa de los médicos, Marcio salió del hospital y volvió a su casa. Algún tiempo más tarde, fue bautizado y se unió a la iglesia y, por la gracia de Dios, consiguió vivir dos años y medio más; finalmente, la enfermedad fatal cobró su víctima. Murió a los 28 años, pero cerró los ojos en la bendita esperanza del regreso de Cristo. El Pr. Jair lo visitó algunas semanas antes de su muerte.

Débil y consumido por la enfermedad, pero con un brillo especial en los ojos, Marcio balbuceó: "Usted tenía razón, toda vía podía volver al hogar". El Señor le dio a Job "el doble de lo que antes poseía", dice el texto de hoy. Claro, entre la vida perfecta de Job y el pasado tormentoso de Marcio no existe comparación. Pero con seguridad, Dios le entregó a Marcio "el doble de lo que antes poseía". Murió consumido por una enfermedad física, pero murió feliz en Cristo. Los dolores de la agonía no fueron capaces de robarle la paz del perdón y la seguridad de la salvación.

¿Qué perdió? Una vida acabada por el pecado, un mundo donde las personas corren permanentemente para poder sobrevivir, una Tierra contaminada por la miseria, el egoísmo y la ambición humana. Recibió el sueño transitorio de la muerte y ganó la vida sin fin, la cual recibirá cuando Jesús regrese.

Nadie que corra a los brazos de Jesús quedará jamás defraudado, pero conozco personas indecisas que quedan devoradas por el fuego del prejuicio, del temor y de las dudas, y abrazadas al tormento de sus propias filosofías.

¿Por qué no ir hoy a Jesús y vivir una vida maravillosa de comunión con él? El futuro siempre es mejor para quienes confían en el Señor.

Pr. Alejandro Bullón

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