EL PUEBLO DE DIOS NO DEBE SER EXAGERADO


"Y viendo una higuera cerca del camino, vino a ella, y no halló nada en ella, sino hojas solamente; y le dijo: Nunca jamás nazca de ti fruto. Y luego se secó la higuera" (Mat. 21:19).

No era común que una higuera desplegara un follaje tan denso en esa temprana época de la estación. El fruto de la higuera se desarrolla antes que las hojas, por lo tanto, era de esperar que una higuera con tal follaje estuviera cargada de higos. Cristo se acercó al árbol con la esperanza de encontrar algún higo en él, sin embargo, al revisar sus ramas desde la más baja hasta la más alta no halló más que hojas y su maldición cayó sobre el árbol.

Este ejemplo en el ministerio del Señor fue un episodio singular. No armoniza con su forma habitual de ser ni con las obras manifestadas por Cristo... Adondequiera que él fuera esparcía su misericordia en palabras de consuelo y obras de bondad. Él era el Redentor, el Sanador. No había venido a condenar al mundo, sino para que el mundo encontrara la salvación en él... Los discípulos no podían comprender el acto de Cristo al castigar un árbol por causa de su esterilidad y le dijeron: "Dinos la parábola de la higuera".

Poco antes Cristo había hecho su entrada triunfal en la ciudad de Jerusalén. Por segunda vez había purificado el templo y expulsado a los traficantes, diciendo: "Quitad de aquí estas cosas"... Estos mercaderes que habían traído sus ganados hasta el patio del santuario, practicaban un negocio deshonesto, pero cuando se dio la orden y la divinidad fulguró a través de la humanidad, ningún sacerdote con sus espléndidos vestidos, ni un solo traficante, se atrevió a quedar allí...

En sí misma era una parábola referente a la dispersión de los judíos. Ahora Cristo, bajo el símbolo de este árbol estéril, presenta ante sus discípulos la justa ira de Dios --al ver profanado el patio del templo con el propósito de obtener ganancias deshonestas-- y la destrucción de la nación judía. Este árbol estéril, que desplegó su ostentoso follaje a la vista de Cristo, era un símbolo de la nación judía que se había separado de Dios, al grado que, en su orgullo y apostasía, habían perdido su discernimiento y no pudieron reconocer a su Redentor... La explicación de esta extraña obra de Cristo habría de permanecer como una apelación viviente para todas las iglesias cristianas...

Esta higuera estéril con su ostentoso follaje ha de repetir su lección en cada época hasta el fin de la historia de este mundo... Sí el espíritu de Satanás en los días de Cristo se introdujo en los corazones de quienes no habían sido santificados, para contrarrestar los requerimientos divinos a esa generación, seguramente también intentará ingresar en las profesas iglesias cristianas de nuestros días... La misma historia se repetirá, pero el pueblo que obedece los mandamientos de Dios no tendrá conflicto alguno, pues ellos han hecho de su palabra su guía constante (Manuscrito 32, 1898).

E. G. White.

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