La victoria de Cristo

Pero gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo. 1 Corintios 15:57.

"Pastor", decía la carta, "no sé durante cuánto tiempo más conseguiré vencer en la lucha que enfrento desde hace varios años. No logro encontrar una señorita que me guste, porque me siento atraído por los jóvenes. ¿Qué hago?"

Evidentemente, por el tenor de la carta, este joven nunca había cedido a la tentación. Pero lo que lo inquietaba, al punto de causarle temor, era la pregunta: "¿Por cuánto tiempo más conseguiré vencer en la lucha?"

Vivimos en tiempos peligrosos, en los cuales se intenta justificar el pecado a viva voz, en todas sus formas.

Sin embargo, el versículo de hoy muestra la salida para cualquier problema de tendencias que el ser humano carga desde que nace. Unos de una manera, otros de otra. Y el grito del corazón humano es: "¿Hasta cuándo tendré que luchar contra mis tendencias?"

El apóstol Pablo, en los versículos anteriores al texto que escogimos para hoy, habla del fin de la lucha cuando finalmente "esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad" (ver el vers. 53). El apóstol está describiendo la glorificación de nuestra naturaleza: la erradicación completa y definitiva de la presencia del pecado en la experiencia humana.

Pero, mientras ese día no llega, Pablo, por experiencia propia, presenta una promesa: "Gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo".

Nadie tiene derecho a ser derrotado por las tendencias, porque Cristo preparó un medio para alcanzar la victoria. Él venció el pecado. Enfrentó las tentaciones aferrándose al poder del Padre, y nos mostró el camino de la victoria; su victoria es nuestra victoria hoy. Su victoria cubre la multitud de nuestros pecados pasados, y en el presente desea vivir sus grandes obras de victoria por la presencia del Espíritu Santo en nuestra vida.

Gracias a Dios porque, aunque no haya llegado todavía el día de la glorificación, la victoria de Cristo no es apenas una promesa, sino una realidad en la vida de quienes procuran mantener diariamente una experiencia de amor con Cristo.

Estás delante de un nuevo día. En este día habrá tentaciones como en todos los demás, pero ya eres victorioso si con fe echas mano del poder de Jesús.

Pr. Alejandro Bullón

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