¿Dios u hombre ?


Pero vosotros habéis desechado hoy a vuestro Dios, que os guarda de todas vuestras aflicciones y angustias, y habéis dicho: "No, tú nos darás un rey" Ahora, pues, presentaos delante de Jehová por vuestras tribus y familias. 1 Samuel 10:19.

El plan de Dios nunca fue que Israel tuviera un rey como las otras naciones del mundo, porque Dios, en persona, quería gobernar los destinos de su pueblo. Pero Israel insistió una y otra vez. Miró a las otras naciones y halló que sería muy bueno tener un rey. Algo hermoso estaba quebrándose en la relación de Dios con Israel. La elección de un rey no era apenas un asunto de gobierno. Era un asunto de experiencia, de vida interior, de confianza en quien los había liberado y sacado de la tierra de esclavitud.

"Pero vosotros habéis desechado hoy a vuestro Dios, que os guarda de todas vuestras aflicciones y angustias, y habéis dicho: "No, tú nos darás un rey' ". Cuánta tristeza contenida en esta declaración, porque Dios siempre ve el fondo de las cosas. Cuando antes de la muerte de Cristo, el pueblo exclamó: "¡No tenemos más rey que César!" (S. Juan 19:15), Jesús no quedó triste por haber perdido un título, sino porque había perdido el corazón de su pueblo.

Cuando el pueblo escogió a Saúl como rey, en realidad estaba diciéndole a Dios: "Ya no precisamos de ti". Y Dios no insistió. Un día creó al hombre libre, y para siempre respetará la libertad humana, aun cuando el hombre se dirija a la ruina y la destrucción.

"Vosotros habéis desechado hoy a vuestro Dios". Dolía tanto el corazón del Padre en esta ocasión, como dolió el corazón de Jesús esa tarde en que miró a la ciudad y clamó: ''Jerusalén, Jerusalén... ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos... pero no quisiste!" (S. Mateo 23:37).

Esa tarde en el Edén, cuando Adán y Eva se escondieron detrás de un árbol, el corazón del Padre sangró, así como sangró el corazón del Hijo cuando desde la cruz del Calvario nos miró a ti y a mí y vio que, a pesar de todo lo que estaba haciendo para salvarnos, todavía éramos reacios a aceptar.

¿Quién está en el control de nuestros pensamientos y acciones? ¿Es Dios el que gobierna nuestra existencia o lo sacamos de nuestro corazón y tomamos en nuestras manos las riendas de nuestra vida?

Los que desean ser cada día más semejantes a Jesús, desconfiarán cada vez más de sus fuerzas y caerán a sus pies en una búsqueda diaria del poder para vivir. Sus victorias no serán el fruto de su dominio propio y de su fuerza de voluntad, sino del fruto del Espíritu Santo, a quien entregaron el control de la voluntad humana para ser santificada.

Pr. Alejandro Bullón

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