EL VALOR DE LA REPRENSIÓN


El necio menosprecia el consejo de su padre, mas el que guarda la corrección vendrá a ser prudente. Prov. 15:5

La hora de trabajo había llegado al fin en aquella tarde y Fredrick esperaba impaciente que llegara el ascensor. No sabía si iría directo a su casa o si andaría sin rumbo como lo había hecho las arras tardes. A los 55 años de edad se sentía fracasado. No era ese el tipo de vida que había soñado. Era un hombre público, pero, no era público el dolor y la frustración que constantemente subían a su mente y explotaban en su corazón.

En aquellas interminables tardes, vagando sin rumbo, sentado en alguna plaza, parado en cualquier esquina, o esperando la llegada de la noche en algún bar, Fredrick siempre llegaba a la conclusión de que la causa de su fracaso era su temperamento. Nunca escuchó a nadie. Rechazó el consejo de sus padres. Discutió con sus profesores. Sus amigos eran amigos siempre que no interfirieran con sus opiniones. De repente, a los 55 años, descubrió que la peor tontería de su vida había sido despreciar la instrucción y no hacer caso a la reprensión.

¿Por qué soy así? -se preguntaba angustiado. Lo que él no sabía es que todos los seres humanos nacen así. No es propio de nuestra naturaleza escuchar consejos, aceptar instrucciones o asimilar la reprensión. El hombre natural prefiere "golpearse la frente él solo". Ya en la niñez se suelta de la mano del padre y corre como un cabrito hasta chocar con el borde de la mesa y caer al suelo. Entonces, llora a lágrima viva, lágrima que a lo largo de la vida llorará en silencio para esconder los fantasmas dispersos de sus sueños destruidos.

Fredrick era ateo. Creía que Dios estaba muerto. Su manera de pensar, heredada de Nietzsche, a quien había leído cuando era joven, cuando descubrió que su padre le había puesto el nombre de Fredrick en homenaje al filósofo alemán.

Una tarde del mes de octubre, encontró un folleto con un título que llamó su atención: "¿Ha muerto Dios?" Eso despertó su interés por estudiar la Biblia. Se sorprendió porque se encontró con verdades que no conocía. En aquellos conceptos bíblicos estaba el secreto del éxito. Descubrió que "el necio menosprecia el consejo de su padre", y con humildad aplicó las instrucciones bíblicas en su vida.

Cuando conocí a Fredrick, ya era un hombre victorioso. "Mi vida tiene sentido"-me dijo-o ''Ahora soy feliz". Al salir hoy para enfrentar tus responsabilidades, recuerda: "El necio menosprecia el consejo de su padre, mas el que guarda la corrección vendrá a ser prudente".

Pr. Alejandro Bullón

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