SOMOS SOLDADOS DEL SEÑOR


"Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloría venidera que en nosotros ha de manifestarse" (Rom. 8:18).

Nadie pensaría en ingresar al ejército en época de guerra abrigando la esperanza de disfrutar de comodidad y complacencia propia. Quienes están en el ejército saben cuáles son las penurias y privaciones a las que se los somete y, mientras la guerra se prolongue, tendrán una comida común y, con frecuencia, raciones escasas largas jornadas de marcha a pie, soportando el calor del sol abrasador, acampando por la noche al aire libre, expuestos a la humedad de la lluvia y el frío de la escarcha, arriesgando la salud y la vida siendo el blanco constante del enemigo.

Se compara la vida del cristiano con la de un soldado, y sin sobornos de comodidad y complacencia propia. La idea de que el soldado cristiano puede ser excusado de los conflictos, librarse de pruebas, disfrutar de las comodidades y aún de los lujos de la vida, es una farsa. El conflicto cristiano es una lucha y una marcha, en las que se requiere paciencia. Se deben realizar tareas difíciles. [Este conflicto] a menudo resulta fatal para el cristianismo de aquellos que, con la idea de pasarlo bien, se enrolan como soldados de Cristo en su ejército y experimentan pruebas. Dios no les da el galardón a las personas cuya vida en este mundo ha sido una larga experiencia de placeres y comodidades...

Se espera que quienes sirven bajo el estandarte ensangrentado del Príncipe Emanuel realicen una tarea difícil que les requerirá el empleo de todo el poder con que Dios los ha dotado. Tendrán que pasar pruebas dolorosas por la causa de Cristo. Habrán de soportar conflictos que quebrantarán sus almas, pero si se mantienen siendo soldados fieles, dirán con Pablo: "Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria"...

Un ejército que no haya aprendido a obedecer las órdenes del capitán bien puede desmoralizarse. Cada soldado debe desempeñarse en armonía con los otros. La unión hace la fuerza. A menos que haya unión, los esfuerzos serán vanos. Aunque los soldados puedan poseer excelentes cualidades, no serán combatientes seguros y dignos de confianza si se desempeñan ajenos al accionar de sus camaradas. En el servicio a Cristo no se puede mantener una actitud independiente...

Aquellos que prefieren actuar solos no son buenos soldados; hay alguna irregularidad en el carácter de ellos que debe ser corregida. Es posible que consideren que actúan a conciencia, pero no hacen la obra de Cristo. No pueden ofrecer un servicio eficaz. La labor de ellos tenderá a distanciarse de los otros, cuando la oración de Cristo por sus discípulos era para que fueran uno, así como él es uno con el Padre (Carta 62, 1886).

E. G. White

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