UNA VIDA SIN LUZ

El camino de los impíos es como la oscuridad; no saben en qué tropiezan. Prov. 4:19.

Perverso o impío es aquel que busca su propio camino e insiste en andar en él. Su vida es tenebrosa y oscura. No hay luz. Las cosas con él nunca son claras, vive siempre zambullido en la ambigüedad y la penumbra. Puede ser, incluso, que brille, pero es un brillo artificial. El combustible que lo alimenta es la vanidad, el orgullo y el egoísmo.

El problema del impío no es solamente lo que hace, sino, esencialmente, lo que es. Hay sombras en su interior. No es capaz de comprenderse a sí mismo. Vive confundido y nervioso, y acaba lastimando y haciendo desdichadas a las personas que lo rodean. El impío sigue su camino. Cree que el camino que escogió es el mejor.

Confía en sus sentimientos, en sus conceptos y prejuicios. Endiosa la razón. En su vida no hay lugar para la fe. Mira a las personas que ejercen la fe como si fueran personas ingenuas, demasiado crédulas para vivir en un mundo de ciencia y tecnología. Pero no es feliz. La oscuridad no es símbolo de paz ni de felicidad. Las sombras son atemorizantes y una vida rodeada de ellas es, necesariamente, una vida de miedo. Para quien no conoce a Jesús, solo hay dos maneras de enfrentar el miedo: Huir o agredir. Detrás de una persona agresiva, frecuentemente se esconde una persona miedosa.

Este es un día de decisión. Todos los días lo son. Vivir en la luz, o en las sombras. Esa es la cuestión. Vivir en la luz, es ser. Escoger las sombras te lleva a no ser. Si tú no eres, no vives. Apenas sobrevives. Pero la vida que Jesús te ofrece es mucho más que eso.

Abre tu corazón a Jesús. Deja entrar en él la luz. Ilumina el mundo a tu alrededor. Actúa. No te satisfagas con leer la historia. Escríbela. Con Jesús es posible.

Enfrenta este nuevo día con altruismo porque tu vida está escondida en las manos de Alguien que no conoce la derrota. No sigas sus propias reglas. No escojas tus propios valores. Sé sensible a las enseñanzas divinas, porque "El camino de los impíos es como la oscuridad; no saben en qué tropiezan".

Pr. Alejandro Bullón

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