NUESTRO SALVADOR FUE TENTADO EN TODO COMO LO SOMOS NOSOTROS

"¿O forzará alguien mi fortaleza? Haga conmigo paz; sí haga paz conmigo" (Isa. 27: 5).

Imagina que estás en lugar de Cristo en el desierto. No escuchas ninguna voz humana, sino que te encuentras rodeado por demonios bajo la falsa representación de ángeles del cielo, quienes te plantean del modo más seductor y atractivo una serie de arteras insinuaciones en contra del Señor, como lo hizo antes con nuestros primeros padres. El poder de su sofistería es más engañoso y artero al socavar tu confianza en Dios y destruir tu fe. Mantiene tu mente en constante tensión con el propósito de conseguir una pista de la que pueda sacar ventaja con el fin de atraerte a una controversia, como si leyera tus pensamientos no expresados, así como hizo con Eva.

Él no pudo obtener de Cristo una sola palabra que lo condujera en esta dirección. La expresión, "Escrito está", fue repetida punto por punto a medida que probó al Señor. Pero de los labios de Cristo sólo salieron sus propias palabras que había inspirado a los santos hombres del pasado... En la gran escena del conflicto de nuestro Señor en el desierto, aparentemente bajo el poder de Satanás y sus ángeles, ¿era él capaz, en su naturaleza humana, de ceder a estas tentaciones?...

Como Dios que era, no podía ser tentado; pero como hombre, podía serlo y con mucha fuerza, y podía ceder a las tentaciones. Su naturaleza humana pasó por la misma prueba por la cual pasaron Adán y Eva. Su naturaleza [de Cristo] humana era creada; ni aun poseía las facultades de los ángeles. Era humana, idéntica a la nuestra. Estaba pasando por el terreno donde Adán cayó. Él estaba en el lugar donde, si resistía la prueba en favor de la raza caída, redimiría en nuestra propia humanidad la caída y el fracaso desgraciados de Adán.

Él tenía un cuerpo humano y una mente humana. Él era hueso de nuestro hueso y carne de nuestra carne... Estuvo sujeto a la pobreza desde el mismo momento en que entró en el mundo. Estuvo bajo los chascos y las pruebas en su propio hogar, entre sus hermanos. No estaba rodeado, como en las cortes celestiales, de caracteres puros y hermosos. Estuvo rodeado de dificultades. Vino a nuestro mundo a mantener un carácter puro e impecable, y a refutar la mentira de Satanás de que no era posible que los seres humanos guardaran la ley de Dios...

Si llegamos a ser partícipes de la naturaleza divina podemos ser puros, santos e inmaculados. La Deidad no se hizo humana, ni lo humano se hizo divino por la unión de estas dos naturalezas. Cristo no poseía la misma deslealtad pecaminosa, corrupta y caída que nosotros poseemos, pues entonces él no podría haber sido una ofrenda perfecta (Manuscrito 94, 1893).

E. G. White

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