DIOS QUIERE DIRIGIR A SU PUEBLO, SI ELLOS SE LO PERMITEN

"Pero el pueblo no quiso oír la voz de Samuel, y dijo: No, sino que habrá rey sobre nosotros" (1 Sam. 8:19).

El Señor indicó a Samuel que accediera a la petición del pueblo, pero que les advirtiese enérgicamente con respecto al pecado de elegir un gobernante temporal despreciando el gobierno divino... La idea de un monarca no armonizaba con el plan divino, sino con el orden de las naciones que no conocían ni aceptaban a Dios.

Después de esta tajante declaración, el pueblo siguió insistiendo en sus ideas y Samuel consintió. El pueblo estaba decidido a tener un rey. Concluyeron que Samuel no comprendía bien la situación. Pues si tan sólo conociera todas las circunstancias, los motivos y los designios y entendiera las grandes ventajas, él mismo estaría tan dispuesto como ellos a tener un rey y, de este modo, no serían considerados como inferiores ni despreciados por las demás naciones. En su ceguera espiritual no podían ver más allá de Samuel ni discernir que era la Palabra de Dios la que escuchaban a través de su siervo.

Dios estaba conduciendo, orientando y trabajando en favor de su pueblo de muchas maneras imperceptibles a los ojos humanos. Sus enemigos no podían discernir el origen de su sabiduría y poder, ni tampoco quién debía ser glorificado por la liberación asombrosa y el éxito sorprendente. Dios obró por medio de Gedeón. Pero la forma de liberación que empleó era de tal naturaleza que ningún ser humano podía adjudicarse la gloria y, al recordar la maravillosa victoria, no podrían exaltar la sabiduría de ningún mortal... El poder, la potencia y la sabiduría estaban en el cielo, pero ellos los querían sobre la tierra. Eran de Dios, el poderoso Rey, pero ellos querían ver todos estos atributos incorporados en una persona. Bajo esa luz, Dios consideró que Israel había pecado al rechazarlo. Si hubieran abrigado un temor reverente por Dios y lo hubieran considerado el supremo Gobernante, nunca habrían otorgado autoridad al poder humano ni permitido luego ser controlados por él.

Sin embargo, el Señor no iba a dejar que se colocara a Saúl en un puesto de responsabilidad sin que recibiera la luz divina. Debía recibir una nueva vocación, y el Espíritu del Señor vino sobre él. El efecto fue su transformación en un hombre nuevo. El Señor dio a Saúl un nuevo espíritu, otros pensamientos, otros propósitos y otros deseos que los que había tenido antes. Esta instrucción, con el conocimiento espiritual de Dios, debía unir su voluntad con la de Jehová.

Al conocer la voluntad de Dios, que le fue comunicada en forma íntegra, ¿pasó Saúl la prueba? ¿Honró entonces a Dios? Cuando fue puesto a prueba, no escuchó ni obedeció la orden expresa de Dios, sino que se aventuró en la transgresión (Carta 12a 1888).


E. G. White

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