DIOS ES EL JUEZ

Más Dios es el juez; a éste humilla, y a aquél enaltece. Sal. 75:7.

Cuando Adolfo Hitler estaba en el pináculo de la Gloria, el mundo entero estaba atento a cualquier declaración suya. Al revisar los diarios de aquel tiempo, puedo ver cuándo espacio ocupaba en los noticieros internacionales.

Ya pasaron más de cinco décadas desde entonces. Si hoy tú preguntas a los transeúntes que pasan por la calle quien fue Adolfo Hitler, te sorprenderás con el número de jóvenes que ni siquiera oyeron hablar alguna vez del nombre del verdugo nazi.

¿Quien determina la historia? “Dios es el juez”, afirma el salmista en el versículo de hoy. “A éste humilla, y a aquél enaltece”. El poder. Cualquier poder humano es transitorio. Los reinos caen y se levantan, uno tras otro, las naciones cambian sus gobernantes. Ningún poder humano es eterno. Solo el poder de Dios controla el destino de las naciones y de las personas, sirviéndose de los errores y de los aciertos de cada uno.

Hubo momentos en la historia de Israel en los que el pueblo pensaba que Dios había perdido el control de la situación. ¿Que se puede pensar cuando los justos sufren y los perversos crecen y progresan? ¿A qué conclusión se puede llegar cuando los ejércitos enemigos destruyen la ciudad de Dios y esparcen a sus hijos hacia los cuatro extremos de la tierra?

Todavía hoy se repiten los mismos dramas en la vida de las personas. ¿Cuántas veces herido, agonizante, sin fuerzas, tú te esfuerzas para ver a Dios sentado en su trono, controlado las situaciones, y las lágrimas te impiden ver al Gobernante supremo del universo? Da la impresión de que el trono está vacío y de que los malos triunfan.

Pero, en el salmo de hoy, el salmista cuenta los actos heroicos del libertador de Israel. Este salmo es un himno de gratitud porque la noche pasó, las sombras se esfumaron, y el sol de la liberación volvió a brillar. “Gracias te damos, oh Dios, gracias te damos, pues cercano está tu nombre; los hombres cuentan tus maravillas”.*

Cualquier persona que circunstancialmente recibió el poder, puede creerse que es un pequeño dios. Tú puedes estar en este momento viviendo las consecuencias de una actitud soberbia por parte de alguien. Esa persona piensa que el poder va a estar en sus manos para siempre. Pero no es verdad. El poder, en esta vida, el poder que realmente vale, no viene “del oriente, ni del occidente, ni del desierto”.* Cuando Dios quiere, ese poder llega a su fin.

Recuerda eso si tú estás sufriendo, y recuérdalo más todavía cuando te confíen el poder, porque “Dios es el juez; a este humilla, y a aquél enaltece”.
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* Sal. 75:1,6

Pr. Alejandro Bullón

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