El verdadero, significado de la cruz
Pero lejos esté de mi gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo ha sido crucificado para mi y yo para el mundo. Gálatas 6:14.
No sé si tuviste ya noticias de la cruz moderna, muy comentada en los círculos evangélicos populares. Su forma física es parecida a la cruz de Cristo, pero sus implicaciones espirituales son fundamentalmente diferentes. Estoy hablando de una teología muy atractiva que trata de mostrar que el cristianismo, en lugar de hacer exigencias desagradables, le ofrece al hombre todo lo que esta vida tiene, sólo que en un plano espiritual mas elevado. Según esta teología, la cruz no mata al pecador, simplemente lo encamina al cielo.
Esta teología puede parecer muy atractiva y moderna, ya que habla de un amor redentor y perdonador, pero no sirve porque no habla de un poder transformador.
La cruz de Cristo no significa solamente gloria, significa también vergüenza. Es, antes que nada, un símbolo de muerte. Se levantó en el Calvario para poner fin a la vida de un Dios hombre. Cuando Jesús murió, el hombre que tomaba su cruz y andaba con ella, salía para nunca más volver. No salía para corregir su vida, salía para acabar con ella. La cruz no significaba amor y complacencia, significaba dolor, sufrimiento, vergüenza y muerte.
El cristianismo no es simplemente un cambio de comportamiento. El cristianismo es muerte y nuevo nacimiento. Por favor, no intentes cambiar sin tener la certeza de estar muerto. Vete a la cruz de Cristo y muere en ella; depón tu vida a los pies de Jesús. Muere en él y después resucita a una vida victoriosa.
El bautismo es la explicación de lo que sucede en la cruz. Tú mueres y resucitas. Pero, ten cuidado de no querer crucificarte a ti mismo. Nadie puede hacerlo. Tú puedes clavar los pies y una mano, pero ¿quién clava la otra mano? Es Cristo el que tiene que crucificarte. Tú necesitas ser sepultado, pero cuidado: Nadie puede sepultarse a sí mismo. Necesita de otro. Es Jesús el que sepulta.
En la cruz del Calvario, Jesús fue levantado y murió. Tomó nuestro lugar, pero abrió sus brazos y es allí adonde precisamos ir para morir en él. Gracias a Dios porque fue su sangre la derramada. ¡Bañémonos en él!
Pr. Alejandro Bullón
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