DOS MANOS PARA DIOS
Así, pues, nosotros, como colaboradores suyos, os exhortamos también a que no recibáis en vano la gracia de Dios. (2 Cor. 6: 1).
El Señor dio una lección importante a su pueblo de todas las épocas cuando, en el monte, dio instrucciones a Moisés acerca de la edificación del tabernáculo. Se requirió en esa obra perfección en todo detalle. Moisés era eficiente en todo el saber de los egipcios; tenía un conocimiento de Dios, y sus propósitos le habían sido revelados en visión; pero no sabía grabar ni bordar.
Israel había estado sujeto a servidumbre todos los días que pasó en Egipto; aunque había entre ellos hombres ingeniosos, no habían sido instruidos en las artes singulares que eran necesarias para la edificación del tabernáculo. Sabían hacer ladrillos, pero no labrar el oro o la plata. ¿Cómo había de realizarse el trabajo? . . .
Entonces Dios mismo le explicó cómo debía hacerse el trabajo. Designó por nombre a las personas que deseaba hicieran ciertas labores. Bezaleel tenía que ser el arquitecto. Era hombre de la tribu de Judá, a la cual Dios se deleitaba en honrar. . .
"Y he aquí que yo he puesto con él a Aholiab, hijo de Ahisamac, de la tribu de Dan: y he puesto sabiduría en el ánimo de todo sabio de corazón, para que hagan todo lo que te he mandado" (Consejos para los Maestros, págs. 48, 49).
Entre la multitud había egipcios, que habían actuado como inspectores de ese trabajo y sabían muy bien cómo debía ser hecho. Pero la obra no dependía de ellos. El Señor se unió a agentes humanos, dándoles sabiduría para trabajar habilidosamente (SDA Bible Commentary, tomo 1, pág. 1108).
La habilidad en las artes comunes es un don de Dios. El provee el don y también la sabiduría para usar el don correctamente (Carta 60, 1907).
A fin de que el tabernáculo terrenal pudiese representar al celestial, debía ser perfecto en todas sus partes, y en todo minucioso detalle, como el modelo de los cielos. Así también ha de suceder con el carácter de los que serán finalmente aceptados a la vista del cielo (Consejos para los Maestros, pág. 49).
Que los obreros manuales que están hoy al servicio de Dios oren a él por sabiduría y discernimiento profundo para que puedan hacer su trabajo perfectamente (SDA Bible Comentary, tomo 1, pág. 1108).
E. G. White
El Señor dio una lección importante a su pueblo de todas las épocas cuando, en el monte, dio instrucciones a Moisés acerca de la edificación del tabernáculo. Se requirió en esa obra perfección en todo detalle. Moisés era eficiente en todo el saber de los egipcios; tenía un conocimiento de Dios, y sus propósitos le habían sido revelados en visión; pero no sabía grabar ni bordar.
Israel había estado sujeto a servidumbre todos los días que pasó en Egipto; aunque había entre ellos hombres ingeniosos, no habían sido instruidos en las artes singulares que eran necesarias para la edificación del tabernáculo. Sabían hacer ladrillos, pero no labrar el oro o la plata. ¿Cómo había de realizarse el trabajo? . . .
Entonces Dios mismo le explicó cómo debía hacerse el trabajo. Designó por nombre a las personas que deseaba hicieran ciertas labores. Bezaleel tenía que ser el arquitecto. Era hombre de la tribu de Judá, a la cual Dios se deleitaba en honrar. . .
"Y he aquí que yo he puesto con él a Aholiab, hijo de Ahisamac, de la tribu de Dan: y he puesto sabiduría en el ánimo de todo sabio de corazón, para que hagan todo lo que te he mandado" (Consejos para los Maestros, págs. 48, 49).
Entre la multitud había egipcios, que habían actuado como inspectores de ese trabajo y sabían muy bien cómo debía ser hecho. Pero la obra no dependía de ellos. El Señor se unió a agentes humanos, dándoles sabiduría para trabajar habilidosamente (SDA Bible Commentary, tomo 1, pág. 1108).
La habilidad en las artes comunes es un don de Dios. El provee el don y también la sabiduría para usar el don correctamente (Carta 60, 1907).
A fin de que el tabernáculo terrenal pudiese representar al celestial, debía ser perfecto en todas sus partes, y en todo minucioso detalle, como el modelo de los cielos. Así también ha de suceder con el carácter de los que serán finalmente aceptados a la vista del cielo (Consejos para los Maestros, pág. 49).
Que los obreros manuales que están hoy al servicio de Dios oren a él por sabiduría y discernimiento profundo para que puedan hacer su trabajo perfectamente (SDA Bible Comentary, tomo 1, pág. 1108).
E. G. White
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