¿Está la puerta del corazón manchada de sangre?


La sangre os será por señal en las casas donde vosotros estéis; veré la sangre y pasaré de largo ante vosotros, Y no habrá entre vosotros plaga de mortandad cuando hiera la tierra de Egipto. Éxodo 12:13.

Esa noche sería una noche terrible: el ángel destructor saldría a medianoche llevando la muerte a los primogénitos que habitaban en Egipto. Por el sólo hecho de ser el pueblo de Dios, Israel no estaría libre de la plaga. Por tanto, la orden fue: "La sangre os será por señal en las casas donde vosotros estéis; veré la sangre y pasaré de largo ante vosotros, y no habrá entre vosotros plaga de mortandad cuando hiera la tierra de Egipto".

Aquí encontramos una vez más la figura del Cordero. Desde la caída del hombre, pasando por el Calvario, su sangre siempre fue derramada para limpiar los pecados del mundo. La figura del Cordero se destaca nítidamente como el personaje central de las Escrituras. No existe salvación sin sangre, no existe gracia sin Cordero.

La seguridad de los primogénitos de Israel en aquella noche no estaba sencillamente en el hecho de pertenecer al pueblo de Dios. El israelita que no pintase su puerta con la sangre del cordero, corría el riesgo de morir. Nuestra seguridad de salvación no puede nunca estar depositada en la iglesia. Ni el hecho de ser bautizados garantiza nuestra salvación. Porque no es el bautismo el que salva, ni los cargos que tenemos en la iglesia, ni el hecho de que cantemos en el coro. Nuestra única esperanza está en el Cordero.

Y si un israelita sacrificaba el cordero, pero se olvidaba de pintar la puerta con sangre, el ángel destructor aparecería a medianoche y el primogénito de la casa sería destruido, porque la simple muerte del cordero no tiene valor si la sangre no es aplicada a la experiencia personal del cristiano. Necesitamos creer en el Cordero, pero también necesitamos pintar la puerta del corazón con sangre.

En el día del juicio habrá gente que se perderá aunque haya creído en la Biblia, incluso en el mensaje de la justificación por la fe, sencillamente por que no vivió una vida de comunión con Cristo. Sólo creer no es suficiente. Sólo conocer no es suficiente. La sangre tiene que estar aplicada personalmente a la experiencia de cada cristiano.

El gran día está llegando. Los cielos y la tierra se estremecerán. Las aguas del mar no podrán ser contenidas en los océanos. Cristo vendrá, y en ese día sólo habrá dos grupos de personas: los que con fe se aproximaron a la sangre del Cordero, y los que no lo hicieron. ¿Estás seguro de que la puerta de tu corazón se encuentra manchada con la sangre del Cordero? ¿Está su nombre escrito en tu frente? Entonces, espera sin temor el gran día en que finalmente podrás abrazarlo y vivir con él durante la eternidad.

Pr. Alejandro Bullón.

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