NO LO CONSIENTAS
Hijo mío, si los pecadores te quisieren engañar, no consientas. Prov. 1:10.
Hay dos verbos que son el centro del mensaje de hoy. Engañar y consentir. Estos verbos expresan dos acciones. El enemigo seduce, engaña. Ese es su trabajo y la razón de su vida.
La Biblia dice que el enemigo de Dios "engaña a todo el mundo".* Engañar es seducir, y seducir significa literalmente "atraer y prender con cebo". La idea básica es atraer usando el engaño.
La otra acción es consentir. Nadie es seducido sin consentir. El consentimiento presupone la libertad, y el poder de decisión. El diablo seduce porque el ser humano es libre. Nadie puede obligarlo a hacer algo si no quiere.
Para su maléfica obra de seducción, el enemigo usa instrumentos humanos, por eso el consejo del sabio Salomón es: "Hijo mío, si los pecadores te quisieren engañar, no consientas".
El diablo no se presenta como tal. Se esconde, se disfraza, y camufla sus objetivos. Sabe que si se presentara como es en realidad, todos huirían de él. Por eso viene en forma de "amigo" que aparentemente quiere "ayudar".
¿El joven termina siendo adicto a las drogas porque un día decidió destruirse y salió por ahí buscando algún traficante de droga? No. Termina siendo adicto porque alguien lo invitó, alguien insistió, alguien le habló de las "sensaciones alucinantes" que la droga provoca.
La seducción no sucede de un momento al otro. La seducción es un proceso. Primero, llama tu atención, después te presenta sus "maravillas".
La persona entra en el peligroso juego del "va y viene". Pero el enemigo hace siglos que seduce. Esa es su especialidad.
Tiene mucha experiencia. No sirve de nada entrar en su juego pensando en salir ileso.
Por eso, eL consejo de oyes: "No consientas". La mejor manera de no consentir es cortar el mal por la raíz. Con el enemigo no hay diálogo posible.
Antes de comenzar tus actividades hoy, pregúntate: ¿Estoy entrando en el juego peligroso de la seducción en algún área de mi vida? La seducción funciona como la arena movediza. Al comienzo tú crees que no es problema, que puedes salir cuando quieras, pero cualquier esfuerzo que hagas para verte libre, te acaba hundiendo más.
¡Clama al Señor! Pídele que abra tus ojos para ver el fin de un camino que, inevitablemente, te conducirá a la muerte. Recuerda: "Hijo mío, si los pecadores te quisieren engañar, no consientas".
* Apoc. 12:9.
Pr. Alejandro Bullón
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