Orad con acción de gracias


Por nada estéis angustiados, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Filipenses 4:6.

Hope Mac Donald, en su libro Enséñanos a orar, cuenta que una noche, cuando sus hijos Tomás y Daniel eran pequeños, estaba orando con ellos, arrodillados cerca de la cama. Tom hacía la última oración y ya había empleado más de cinco minutos agradeciéndole a Jesús por todas las cosas que se podía acordar. Había citado a toda la familia y a los parientes próximos y distantes. Le había agradecido al Señor por todos los amigos que tenía en la escuela, nombre por nombre; por todas las flores y árboles, por el Sol, la lluvia, la Luna, las estrellas y todo lo que existe en la naturaleza. Después de agradecerle a Dios por todas las personas del mundo, paró, se dio vuelta hacia el padre y dijo: "¿Qué más debo decir, papá?" Y antes de que el padre pudiese responder, su hermano replicó en un rapto de inspiración: "¿Qué tal si dices 'Amén'?"

Sin duda, estás sonriendo. Pero el cuadro presenta la sinceridad con que los niños hablan con Jesús. ¡Toda la oración fue empleada solamente para agradecer! ¿Cuántas veces hicimos lo mismo en nuestra devoción personal?

¿Por qué ser agradecido si todavía no presentamos nuestro pedido y no hemos recibido la respuesta? Eso dependerá mucho de tu concepto de la oración. Si crees que, antes de salir de nuestros labios, todas las peticiones ya fueron respondidas por Dios, y que todo lo que necesitamos hacer es abrir la puerta del corazón a Jesús, que viene con todas sus bendiciones, entonces la oración de gratitud tiene sentido. Pero si continúas pensando que tienes que orar para cambiar la posición de Dios respecto de tu persona, entonces, naturalmente, todavía no tienes motivos para ser agradecido.

Si te detienes a pensar un poco y comienzas a enumerar todas las bendiciones que ya recibiste en la vida, verás que ni el tiempo ni la memoria alcanzan para mencionarlas a todas. Dios es un Dios de salvación y es también un Dios de bendiciones. No somos nosotros los que deseamos ser bendecidos, es él quien está deseoso de bendecirnos. Tenemos que alabar su nombre porque es grande. Tenemos que agradecer su amor porque mucho tiempo antes de que supliquemos alguna cosa, su Espíritu trabajó en nuestra vida creando en nosotros el deseo de buscarlo, haciéndonos sentir la necesidad de sus bendiciones.

Antes de salir hoy al trabajo diario, derrama tu vida a los pies de Jesús. Agradécele las bendiciones que tus ojos todavía no vieron, pero que él ya preparó para ti. Canta un himno de alabanza y mantén ese cántico en el corazón a lo largo del día. No salgas ansioso. No tienes motivo para eso. Tu Dios es el mismo Dios de Moisés, Abraham, Daniel y Pablo. El puede cerrar la boca delos leones, librarte de la prisión o abrir el Mar Rojo.

¡Créelo!

Pr. Alejandro Bullón

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