LA TERAPIA DEL TRABAJO

El alma del que trabaja, trabaja para si, porque su boca le estimula. Prov. 16:26.

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Lo que este versículo dice en portugués es algo así como que el hambre del trabajador lo hace trabajar porque su boca lo incita a eso. Cuando éramos muchachos, a mis hermanos y a mí nos gustaba jugar al fútbol. Pasábamos todo el día fuera de casa. Podíamos inclusive jugar toda la noche si no fuera por causa del hambre. Lo que nos llevaba de regreso a la casa era la necesidad de comida.

Un día, nuestra madre, a propósito, no preparó almuerzo. Como siempre, llegamos a casa y fuimos directamente a la cocina, pero no había nada, el fuego del fogón estaba apagado y las ollas vacías. Nuestra madre parecía no darse cuenta que estábamos allí buscando comida. Mi hermano mayor, preguntó: —No hay nada para comer? La respuesta fue monosilábica: —No. —Y entonces, qué vamos a hacer?, preguntamos en coro. La respuesta de mamá fue: —“Entonces vamos a trabajar todos juntos y preparar el almuerzo”.

Nunca olvidé la lección. Hoy al escribir esta meditación, aquella escena vino a mi mente como si hubiese ocurrido ayer. ¿Sabes? El trabajo siempre fue parte del plan divino para la formación y el crecimiento del hombre. Antes de la entrada del pecado, era una bendición. Después del pecado, continuó siendo una bendición, pero se incluyeron algunos elementos extraños, como el dolor, el cansancio y la fatiga. Por otro lado, apareció también en la naturaleza humana algo pernicioso llamado pereza o descuido, y Dios hoy usa el hambre como elemento motivador para llevar al hombre a trabajar.

Hoy, como todos los días, tú necesitas salir a trabajar. No encares tu labor como un fardo pesado, sino como un privilegio. Haz con dedicación lo que tiene que ser hecho, por insignificante que parezca. Si alguien cree que un trabajo es pequeño, o indigno de ser realizado, esta persona no es confiable para recibir grandes responsabilidades.

Comienza hoy. El único trabajo que no se realiza es aquel que no se comienza, por tanto, busca oportunidades, no las esperes sentado en la plaza de la contemplación.

Pero, para que todo eso sea una realidad en tu experiencia, tú necesitas estar bien con Dios. El es quien te quita el temor y la timidez, y te brinda pasión, fuerza y optimismo.

Haz de este día un día extraordinario de trabajo fructífero. Que Dios bendiga la obra de tus manos, y no olvides que “El alma del que trabaja, trabaja para sí, porque su boca le estimula”.

Pr. Alejandro Bullón

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