NO DISCUTAS SIN MOTIVO

No tengas pleito con nadie sin razón, si no te han hecho agravio. Prov. 3:30.

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El león dormía tranquilamente y la comadreja fue a importunarlo: “Pelea conmigo, león cobarde. Dices que eres el rey de los animales pero tienes miedo de una simple comadreja”, lo provocó el animalito atrevido. “Si yo peleo contra ti, y por una de esas casualidades de la vida, tú me vences, mañana todos los diarios publicarán la noticia: La comadreja venció al león”, le respondió el rey de los animales, “pero si yo te venzo, y con seguridad te voy a vencer, no habrá ninguna noticia y lo que es peor, yo quedaré oliendo mal durante un mes”.

Esta fábula, por más graciosa que parezca, contiene una lección que Salomón nos quiere enseñar. “No tengas pleito con nadie sin razón”. ¿Cuál es el mérito de pelear por cualquier motivo? Un sinnúmero de muertes ocurre todos los años porque alguien se creyó en el derecho de “no tragar las ofensas”. El otro día, dos automovilistas comenzaron a discutir porque uno pensó que el otro lo había sobrepasado peligrosamente. Resultado: Uno de ellos sacó un revólver y mató al otro a sangre fría. Uno fue a parar al cementerio y el otro a la cárcel.

¿Podría haber sido evitado un acto necio como aquel? ¿Qué gran causa defendían los dos con aquella discusión? Si tú revisas los incidentes de tu propia vida, percibirás que la mayoría de las discusiones podrían haber sido evitadas.

Pero si tú evitas siempre las discusiones, ¿los otros no se aprovecharán de ti? Es posible que sí. Solo que el consejo bíblico es evitar los pleitos “sin razón”, porque cuando está en juego una buena causa, nadie debe temer entrar en la lucha.

La sabiduría es saber identificar una “buena causa”. Hay personas que creen que discutir porque el otro hizo una maniobra brusca en la carretera es una buena causa, o que silos canarios del vecino se despiertan muy temprano es una causa digna de intercambiar improperios y acabar a golpes de puño.

Si tú separas todos los días un tiempo para conversar con Dios y meditar en su Palabra, con toda seguridad el Señor abrirá tus ojos y tu mente para saber distinguir la buena causa de aquella que es insignificante.

Haz de hoy un día de relaciones edificantes. Extiende la mano al necesitado. Sonríe al triste, anima al desanimado. Comienza con aquellos que están cerca tuyo y recuerda: “No tengas pleito con nadie sin razón, si no te han hecho agravio”.

Pr. Alejandro Bullón

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