UN HOGAR EN CONFLICTO

Y viendo sus hermanos que su padre lo amaba más que a todos sus hermanos, le aborrecían. (Gén. 37: 4).

El pecado de Jacob y la serie de sucesos que había acarreado no dejaron de ejercer su influencia para el mal, y ella produjo amargo fruto en el carácter y la vida de sus hijos. Cuando estos hijos llegaron a la virilidad cometieron graves faltas. Las consecuencias de la poligamia se revelaron en la familia. Este terrible mal tiende a secar las fuentes mismas del amor, y su influencia debilita los vínculos más sagrados. Los celos de las varias madres habían amargado la relación familiar; los niños eran contenciosos y contrarios a la dirección, y la vida del padre fue nublada por la ansiedad y el dolor.

Sin embargo, hubo uno de carácter muy diferente; a saber el hijo mayor de Raquel, José, cuya rara hermosura personal no parecía sino reflejar la hermosura de su espíritu y su corazón. Puro, activo y alegre, el joven reveló también seriedad y firmeza moral. Escuchaba las enseñanzas de su padre y se deleitaba en obedecer a Dios. . . Habiendo muerto su madre, sus afectos se aferraron más estrechamente a su padre, y el corazón de Jacob estaba ligado a este hijo de su vejez. "Amaba. . . a José más que a todos sus hijos".

Pero hasta este cariño había de ser motivo de pena y dolor. Imprudentemente Jacob dejó ver su predilección por José, y esto motivo los celos de los demás hijos. . . El imprudente regalo que Jacob hizo a José de una costosa túnica. . . suscitó la sospecha de que pensaba preferir a los mayores para dar la primogenitura al hijo de Raquel. Su malicia aumentó aún más cuando el joven les contó un día un sueño que había tenido. . .

En aquel momento en que el joven estaba delante de el ellos, iluminado su hermoso semblante por el Espíritu de la inspiración, sus hermanos no pudieron reprimir su admiración; pero no quisieron dejar sus malos caminos, y sintieron odio hacia la pureza que reprendía sus pecados. El mismo espíritu que animara a Caín, se encendió en sus corazones (Patriarcas y Profetas, págs. 208-210).

E. G. W.

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