UN SUICIDA

La justicia del perfecto enderezará su camino; mas el impío por su impiedad caerá. (Prov. 11: 5).

En las llanuras de Sunem y en las laderas del monte Gilboa, los ejércitos de Israel y las huestes filisteas se trabaron en mortal combate. Aunque la temible escena de la cueva de Endor había ahuyentado toda esperanza de su corazón, Saúl luchó con valor desesperado por su trono y por su reino. Pero fue en vano. "Los de Israel huyeron delante de los filisteos, y cayeron muertos en el monte de Gilboa". Tres hijos valerosos del rey perecieron a su lado. Los arqueros apremiaban más y más a Saúl. Habían visto a sus soldados caer en derredor suyo, y a sus nobles hijos abatidos por la espada. Herido él mismo, ya no podía pelear ni huir. Le era imposible escapar, y resuelto a no ser capturado vivo por los filisteos, ordenó a su escudero: "Saca tu espada, y pásame con ella". Cuando el hombre se negó a levantar la mano contra el ungido del Señor, Saúl se quitó él mismo la vida dejándose caer sobre su propia espada. Así pereció el primer rey de Israel cargando su alma con la culpa del suicidio (Patriarcas y Profetas, págs. 736, 737).

Siguiendo los dictados de Satanás, Saúl apresuró el mismo resultado que con habilidad no santificada, estaba tratando de impedir.

El consejo del Señor había sido despreciado una y otra vez por el rey rebelde, y el Señor lo había abandonado a la insensatez de su propia sabiduría. La influencia del Espíritu de Dios lo hubiera contenido de seguir la impía conducta que había elegido, que a su tiempo produjo su ruina. Dios odia todo pecado, y cuando el hombre rehúsa persistentemente todo el consejo del Cielo, es abandonado al engaño del enemigo para ser arrastrado por sus propias pasiones, y seducido (SDA Bible Commentary, tomo 2, pág. 1019).

El primer rey de Israel resultó un fracaso, porque puso su voluntad sobre la voluntad de Dios. Mediante el profeta Samuel, el Señor instruyó a Saúl que como rey de Israel su curso de acción debía estar regido por la más estricta integridad. Entonces Dios bendeciría su gobierno con prosperidad.

Pero Saúl se negó a hacer de la obediencia a Dios su primera consideración, y de los principios del cielo el gobierno de su conducta. Murió en medio de la deshonra y la desesperación (Id., pág. 1017).


E. G. White

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