¡HAZME JUSTICIA, OH DIOS!
Júzgame, oh Dios, y defiende mi causa; líbrame de gente impía y del hombre engañoso e inicuo. Sal 43:1.
El otro día una mujer perdió la tenencia del hijo porque el marido tenía mucho dinero y contrató los mejores abogados. La señora se rebeló y decidió hacer un trabajo de "macumba" contra el marido. En eso estaba, cuando conoció el evangelio y aceptó a Jesús.
Para aquella mujer y para tantas otras personas que sufren injusticias, la oración del salmista debe tener mucho sentido. El fraude y la injusticia andan tomados de las manos. El fraudulento usa la mentira, el disfraz, el engaño y la astucia como armas. Compra conciencias y cree que tiene el control de las vidas.
Cuando tú eres víctima de alguna injusticia puedes llegar hasta el fondo del pozo. Así era como se sentía David. Él dice en el versículos 2: "¿Por qué me has desechado? ¿Por qué andaré enlutado por la opresión del enemigo?".
Rechazo y opresión. No hay nada más doloroso que sentirse rechazado.
Nada más humillante que estar oprimido. La víctima de la injusticia pierde la auto estima y cae en la depresión.
¿A dónde van los hijos de Dios ante las adversidades? ¿Qué haces tú cuando crees que la vida no está siendo justa contigo? ¿Qué piensas cuando tocas a las puertas de las oportunidades y descubres que todas se cierran? En esas circunstancias, ¿a dónde vas?
El salmista sabía dónde ir. Implora a Dios por justicia. "Júzgame, oh Dios, y defiende mi causa", clama él. Hacer justicia, del verbo hebreo shapat, tiene un sentido jurídico. Shapat expresa la actividad de una persona que actúa como intermediaria entre dos partes que están en conflicto.
En la vida espiritual también existe un conflicto permanente. No es justo lo que el enemigo hace con los hijos de Dios en esta tierra. No es justa la manera cómo destruye familias, hace pedazos los sueños, y acaba con las personas.
La muerte de Cristo en la cruz del Calvario fue la respuesta divina al clamor humano. Nunca hubo ni nunca habrá un acto vindicatorio mayor que el sacrificio de Jesús en la cruz.
Por eso hoy, no te sientas disminuido ante las injusticias de la vida. Levanta la cabeza, y mira el horizonte de oportunidades que Dios presenta ante ti, y clama: "Júzgame, oh Dios, y defiende mi causa; líbrame de gente impía y del hombre engañoso e inicuo".
Pr. Alejandro Bullón
El otro día una mujer perdió la tenencia del hijo porque el marido tenía mucho dinero y contrató los mejores abogados. La señora se rebeló y decidió hacer un trabajo de "macumba" contra el marido. En eso estaba, cuando conoció el evangelio y aceptó a Jesús.
Para aquella mujer y para tantas otras personas que sufren injusticias, la oración del salmista debe tener mucho sentido. El fraude y la injusticia andan tomados de las manos. El fraudulento usa la mentira, el disfraz, el engaño y la astucia como armas. Compra conciencias y cree que tiene el control de las vidas.
Cuando tú eres víctima de alguna injusticia puedes llegar hasta el fondo del pozo. Así era como se sentía David. Él dice en el versículos 2: "¿Por qué me has desechado? ¿Por qué andaré enlutado por la opresión del enemigo?".
Rechazo y opresión. No hay nada más doloroso que sentirse rechazado.
Nada más humillante que estar oprimido. La víctima de la injusticia pierde la auto estima y cae en la depresión.
¿A dónde van los hijos de Dios ante las adversidades? ¿Qué haces tú cuando crees que la vida no está siendo justa contigo? ¿Qué piensas cuando tocas a las puertas de las oportunidades y descubres que todas se cierran? En esas circunstancias, ¿a dónde vas?
El salmista sabía dónde ir. Implora a Dios por justicia. "Júzgame, oh Dios, y defiende mi causa", clama él. Hacer justicia, del verbo hebreo shapat, tiene un sentido jurídico. Shapat expresa la actividad de una persona que actúa como intermediaria entre dos partes que están en conflicto.
En la vida espiritual también existe un conflicto permanente. No es justo lo que el enemigo hace con los hijos de Dios en esta tierra. No es justa la manera cómo destruye familias, hace pedazos los sueños, y acaba con las personas.
La muerte de Cristo en la cruz del Calvario fue la respuesta divina al clamor humano. Nunca hubo ni nunca habrá un acto vindicatorio mayor que el sacrificio de Jesús en la cruz.
Por eso hoy, no te sientas disminuido ante las injusticias de la vida. Levanta la cabeza, y mira el horizonte de oportunidades que Dios presenta ante ti, y clama: "Júzgame, oh Dios, y defiende mi causa; líbrame de gente impía y del hombre engañoso e inicuo".
Pr. Alejandro Bullón
Comentarios