DIOS ADVIERTE CONTRA EL ORGULLO
"El árbol que viste, que crecía y se hacía fuerte y cuya copa llegaba hasta el cielo... tú mismo eres, oh rey, que creciste y te hiciste fuerte... Te echarán de entre los hombres, y con las bestias del campo será tu morada... y siete tiempos pasarán sobre ti, hasta que conozcas que el Altísimo tiene dominio en el reino de los hombres" (Dan. 4: 20, 22, 25).
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El último sueño que Dios dio a Nabucodonosor y la experiencia del rey en relación con el mismo contienen lecciones de importancia vital para todos aquellos que están relacionados con la obra de Dios...
El fiel Daniel permaneció delante del rey, no para adular ni para dar una interpretación errónea a fin de asegurarse el favor real. Sobre él descansaba el solemne deber de decir la verdad al rey de Babilonia. Le dijo: "El sueño sea para tus enemigos, y su interpretación para los que mal te quieren... El árbol que veías... tú mismo eres, oh rey".
¿Consideramos que el reino de Babilonia es de mayor importancia para Dios que los instrumentos y responsabilidades que ha confiado a su pueblo elegido a quienes han alcanzado los fines de los siglos? Aquí tenemos las obras del gran Yo Soy que puede cambiar el corazón de un rey pagano. Hay un Vigilante que está informado de todas las labores de los seres humanos, pero en un sentido especial de quienes representan a Dios al recibir la verdad sagrada en el corazón y darla a conocer al mundo...
En el sueño de Nabucodonosor, el verdadero objeto del gobierno se encuentra bellamente representado por un gran árbol "cuyo follaje era hermoso, y su fruto abundante, y en que había alimento para todos, debajo del cual moraban las bestias del campo, y en cuyas ramas anidaban las aves del cielo" (Manuscrito 29, 1895).
El profeta Daniel interpretó el sueño del monarca y añadió una solemne amonestación: "Por tanto, oh rey, acepta mi consejo: tus pecados redime con justicia, y tus iniquidades haciendo misericordias para con los oprimidos, pues tal vez será eso una prolongación de tu tranquilidad"... Por doce meses el rey fue probado. Durante este tiempo sus actos fueron pesados en las balanzas del santuario en el cielo.
Cierta mañana, mientras él entraba en el palacio, "habló el rey y dijo: ¿No es ésta la gran Babilonia que yo edifiqué para casa real con la fuerza de mi poder, y para gloria de mi majestad? Aún estaba la palabra en la boca del rey, cuando vino una voz del cielo: A ti se te dice, rey Nabucodonosor: El reino ha sido quitado de ti" (Carta 71, 1894).
E.G. White
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El fiel Daniel permaneció delante del rey, no para adular ni para dar una interpretación errónea a fin de asegurarse el favor real. Sobre él descansaba el solemne deber de decir la verdad al rey de Babilonia. Le dijo: "El sueño sea para tus enemigos, y su interpretación para los que mal te quieren... El árbol que veías... tú mismo eres, oh rey".
¿Consideramos que el reino de Babilonia es de mayor importancia para Dios que los instrumentos y responsabilidades que ha confiado a su pueblo elegido a quienes han alcanzado los fines de los siglos? Aquí tenemos las obras del gran Yo Soy que puede cambiar el corazón de un rey pagano. Hay un Vigilante que está informado de todas las labores de los seres humanos, pero en un sentido especial de quienes representan a Dios al recibir la verdad sagrada en el corazón y darla a conocer al mundo...
En el sueño de Nabucodonosor, el verdadero objeto del gobierno se encuentra bellamente representado por un gran árbol "cuyo follaje era hermoso, y su fruto abundante, y en que había alimento para todos, debajo del cual moraban las bestias del campo, y en cuyas ramas anidaban las aves del cielo" (Manuscrito 29, 1895).
El profeta Daniel interpretó el sueño del monarca y añadió una solemne amonestación: "Por tanto, oh rey, acepta mi consejo: tus pecados redime con justicia, y tus iniquidades haciendo misericordias para con los oprimidos, pues tal vez será eso una prolongación de tu tranquilidad"... Por doce meses el rey fue probado. Durante este tiempo sus actos fueron pesados en las balanzas del santuario en el cielo.
Cierta mañana, mientras él entraba en el palacio, "habló el rey y dijo: ¿No es ésta la gran Babilonia que yo edifiqué para casa real con la fuerza de mi poder, y para gloria de mi majestad? Aún estaba la palabra en la boca del rey, cuando vino una voz del cielo: A ti se te dice, rey Nabucodonosor: El reino ha sido quitado de ti" (Carta 71, 1894).
E.G. White
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