LA ORACIÓN FERVIENTE E IMPORTUNA TRAE AYUDA DIVINA

"Esforzaos a entrar por la puerta angosta; porque os digo que muchos procurarán entrar y no podrán" (Luc. 13: 24).

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Cristo resistió por nosotros las múltiples tentaciones de Satanás, y por su nombre hizo posible que venzamos a Satanás en nuestro propio beneficio. Cuando estemos cargados, cuando nos asedie la tentación, cuando los sentimientos y deseos del corazón humano natural luchen por lograr la victoria, debemos elevar nuestra ferviente e importuna plegaria a nuestro Padre celestial en el nombre de Cristo y esto hará que Jesús acuda en nuestro auxilio, para que, por medio de su eficaz y poderoso nombre, logremos la victoria y alejemos a Satanás de nuestro lado. Pero no debemos gratificarnos creyendo que estamos seguros mientras hacemos endebles esfuerzos en beneficio propio...

Nuestro peligro no surge de la oposición del mundo, sino de la amistad que entablamos con el mundo y de imitar el ejemplo de aquellos que no aman a Dios ni a su verdad. La pérdida de las cosas terrenales por causa de la verdad, el padecimiento de grandes inconvenientes por mantener nuestra lealtad a los principios, no nos pone en peligro de perder nuestra fe y nuestra esperanza, pero sí estamos en peligro de sufrir una derrota al ser engañados y vencidos por las tentaciones de Satanás. Las pruebas han de trabajar en nuestro beneficio si las recibimos y sobrellevamos sin queja, y tenderán a separarnos del amor al mundo y nos conducirán a confiar más plenamente en Dios.

Sólo encontraremos ayuda en Dios. No debemos gratificamos por nuestra fortaleza o sapiencia, pues nuestra fortaleza es debilidad y nuestro juicio, necedad. Cristo venció al enemigo en nuestro beneficio, porque se compadeció de nuestra debilidad y comprendió que seríamos derrotados y correríamos el riesgo de perecer si no acudía en nuestro auxilio...

Los méritos de Cristo elevan y ennoblecen a la humanidad, y en virtud del nombre de Cristo es posible que prevalezcamos sobre la degradación que ocasionó la Caída y gracias a la exaltada naturaleza divina de Cristo nos vinculemos con el Infinito. Es peligroso creer que gracias a cualquier esfuerzo fácil podremos lograr el galardón eterno. Consideremos cuánto le costó a nuestro Salvador, en el desierto de la tentación, proseguir en favor de nosotros el conflicto con el astuto y maligno enemigo. Satanás sabía que todo dependía de su éxito o fracaso en su tentativa de vencer a Cristo con sus múltiples tentaciones. Satanás sabía que si Cristo soportaba la prueba que Adán no pudo soportar, el plan de salvación sería llevado a cabo hasta su completo cumplimiento: que su poder le sería quitado y su destrucción sería segura (Manuscrito 65, 1894).

E. G. White

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