LUCES VACILANTES
Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos. Mat. 5: 16.
Anhelo ver a la iglesia poniéndose de pie con pleno sentido de su responsabilidad ante Dios, para que su luz resplandezca sobre el mundo mediante rayos claros y persistentes. La luz de muchos es demasiado vacilante, intermitente e insegura. A veces brilla con un gran resplandor, y en otras ocasiones casi se extingue Jehová, Dios de Israel, no puede ser glorificado a menos que la luz alumbre permanentemente tanto en medio de las tinieblas morales como en la plena luz. El resplandor del sol de justicia jamás es difuso. Brilla constantemente sobre ustedes. Aunque Satanás proyecta su sombra infernal sobre nuestro sendero, la luz alumbra más allá todavía.
Entonces, ¿por qué no han de andar los seguidores de Jesús en su luz, para reflejar los rayos brillantes del Sol de justicia? Pueden hacerlo. Cristo los ha intimado a que lo hagan y los capacita para hacerlo, porque nunca ordena que alguien haga algo que no le es posible hacer. Lo que es posible hay que hacerlo, no sólo para que uno mismo pueda gozar de felicidad y paz, sino en beneficio del mundo.
Cada día necesitamos elevar el alma hacia el cielo para captar los brillantes rayos de la luz que procede del sol de justicia. ¿Ha olvidado Dios de manifestar su gracia hacia el pueblo que lo teme y lo ama? No. ¿Ha cerrado la puerta de su tierna misericordia de tal manera que ya no pueda alcanzar a los probados y tentados? Les digo que no. Dirijan su vista hacia las alturas, almas temblorosas y llenas de dudas. Contemplen el rostro de Jesucristo, que resplandece de amor por lo que ha adquirido mediante su sangre, y no duden más.
Jesús es nuestro Abogado, nuestro gran Sumo Sacerdote. Es nuestro representante ante el Padre en las cortes del cielo. Su mediación nos asegura todo lo que requiere nuestra fe. "Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá" (Mat. 7: 7). ¿Quién lo dijo? El Padre eterno, el Príncipe de paz. Es nuestro Salvador. Nunca dejará de cumplir su palabra. Nunca se negará a sí mismo. Dios lo ha prometido. Aférrense con fe de la promesa (Diario, Manuscrito 24, del 21 de diciembre de 1889)
E. G. White
Anhelo ver a la iglesia poniéndose de pie con pleno sentido de su responsabilidad ante Dios, para que su luz resplandezca sobre el mundo mediante rayos claros y persistentes. La luz de muchos es demasiado vacilante, intermitente e insegura. A veces brilla con un gran resplandor, y en otras ocasiones casi se extingue Jehová, Dios de Israel, no puede ser glorificado a menos que la luz alumbre permanentemente tanto en medio de las tinieblas morales como en la plena luz. El resplandor del sol de justicia jamás es difuso. Brilla constantemente sobre ustedes. Aunque Satanás proyecta su sombra infernal sobre nuestro sendero, la luz alumbra más allá todavía.
Entonces, ¿por qué no han de andar los seguidores de Jesús en su luz, para reflejar los rayos brillantes del Sol de justicia? Pueden hacerlo. Cristo los ha intimado a que lo hagan y los capacita para hacerlo, porque nunca ordena que alguien haga algo que no le es posible hacer. Lo que es posible hay que hacerlo, no sólo para que uno mismo pueda gozar de felicidad y paz, sino en beneficio del mundo.
Cada día necesitamos elevar el alma hacia el cielo para captar los brillantes rayos de la luz que procede del sol de justicia. ¿Ha olvidado Dios de manifestar su gracia hacia el pueblo que lo teme y lo ama? No. ¿Ha cerrado la puerta de su tierna misericordia de tal manera que ya no pueda alcanzar a los probados y tentados? Les digo que no. Dirijan su vista hacia las alturas, almas temblorosas y llenas de dudas. Contemplen el rostro de Jesucristo, que resplandece de amor por lo que ha adquirido mediante su sangre, y no duden más.
Jesús es nuestro Abogado, nuestro gran Sumo Sacerdote. Es nuestro representante ante el Padre en las cortes del cielo. Su mediación nos asegura todo lo que requiere nuestra fe. "Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá" (Mat. 7: 7). ¿Quién lo dijo? El Padre eterno, el Príncipe de paz. Es nuestro Salvador. Nunca dejará de cumplir su palabra. Nunca se negará a sí mismo. Dios lo ha prometido. Aférrense con fe de la promesa (Diario, Manuscrito 24, del 21 de diciembre de 1889)
E. G. White
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