ANTE LA ABRUMADORA EVIDENCIA PILATO TITUBEÓ

"Desde entonces procuraba Pilato soltarle, pero los judíos daban voces, diciendo: Si a éste sueltas, no eres amigo de César; todo el que se hace rey, a César se opone" (Juan 19:12).

Después que Herodes finalizó su labor satánica y sin emitir ningún fallo en su contra, regresó a Cristo a Pilato, un hombre convencido de la verdad, pero que no estaba dispuesto a ceder.

Pilato parecía movido por influencias invisibles a reconocer sus convicciones en relación con el Santo de Israel. Su mente titubeante se inclinaba a aceptar que Cristo no era un impostor y que no había un solo rasgo de engaño en sus palabras ni en su porte... Ante el populacho poseído y enloquecido, procuró que el castigo fuera el flagelo en vez de la cruz.

Los sacerdotes y dignatarios no abogaban por evitar el flagelo, sin embargo, no quisieron aceptar ningún otro castigo menor que la cruz. Esta es la forma como se manifiesta hoy la naturaleza humana bajo el control de Satanás...

Pilato no estaba dispuesto a condenar a Cristo y creyó que podría, obviando los reclamos de los dignatarios, apelar a la sensibilidad humana de aquella turba. Sabía que en este aspecto no podía esperar nada favorable de los sacerdotes y príncipes. Pronunció una breve alocución indicando que no encontraba falta alguna en Cristo y confirmó el criterio de Herodes al indicar que la información presentada por los testigos no tenía mérito alguno, pues era contradictoria...

Pilato ahora se movía en contra de una abrumadora evidencia. Los sacerdotes y dignatarios percibieron que podían llegar a conseguir todo lo que querían. Pilato tenía de su lado la evidencia y la justicia y, si se hubiese mantenido firme en negarse a condenar a un hombre que consideraba inocente, habría roto la cadena fatal que iba a retenerle toda su vida en el remordimiento y la culpabilidad por haber sacrificado a un inocente ante la enemistad y el odio de un pueblo envidioso que profesaba ser religioso. Así. Jesús fue flagelado...

Un mensaje de Dios amonestó a Pilato acerca del acto que estaba por cometer... Mientras el gobernante romano examinaba al prisionero, su esposa había sido visitada por un ángel del cielo, y en un sueño había visto al Salvador y conversado con él... Oyó la condenación pronunciada por Pilato, y le vio entregar a Cristo a sus homicidas. Con un grito de horror se despertó, y en seguida escribió a Pilato unas palabras de advertencia. Ahora, mientras Pilato vacilaba en lo que debía hacer, un mensajero se abrió paso y le entregó la carta de su esposa que decía: "No tengas que ver con aquel justo; porque hoy he padecido muchas cosas en sueños por causa de él" (Manuscrito 112, 1897).

E. G. White

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