LA HOSPITALIDAD

No os olvidéis de la hospitalidad, porque por ella algunos, sin saberlo, hospedaron ángeles (Heb. 13: 2).

Dios confirió un gran honor a Abrahán. Los ángeles del cielo anduvieron y hablaron con él como con un amigo. Cuando los juicios de Dios estaban por caer sobre Sodoma, este hecho no le fue ocultado y él se convirtió en intercesor de los pecadores para con Dios. Su entrevista con los ángeles presenta también un hermoso ejemplo de hospitalidad (Patriarcas y Profetas, págs. 132, 133).

En el libro del Génesis, vemos al patriarca de Mamre descansando bajo los robles durante la cálida tarde veraniega. Pasan cerca de allí tres viajeros. No solicitan hospitalidad ni favor alguno; pero Abrahán no les permite seguir su viaje sin refrigerio. Es un hombre anciano, digno y rico, altamente honrado, y acostumbrado a dar órdenes; sin embargo, al ver a estos forasteros "salió corriendo de la puerta de su tienda a recibirlos, e inclinóse hacia la tierra". Dirigiéndose hacia el que encabeza el grupo, dijo: "Señor, si ahora he hallado gracia en tus ojos, ruégote que no pases de tu siervo". Con sus propias manos, trajo agua a fin de que pudiesen lavar el polvo que sus pies recogieron en el viaje. El mismo les eligió la comida; mientras ellos estaban descansando a la fresca sombra, su esposa Sara les preparó la colación y Abrahán estuvo respetuosamente al lado de ellos mientras participaban de su hospitalidad. Les manifestó esta bondad simplemente como a viajeros, como a forasteros a quienes tal vez no volvería a ver. Pero terminado el agasajo, sus huéspedes se dieron a conocer. No sólo había atendido a ángeles celestiales, sino a su glorioso Comandante, su Creador, Redentor y Rey. Y a Abrahán fueron revelados los consejos del cielo, y fue llamado "amigo de Dios". . .

El privilegio concedido a Abrahán y Lot no nos es negado. Manifestando hospitalidad a los hijos de Dios, nosotros también podemos recibir a sus ángeles en nuestras moradas. Aun en nuestro tiempo los ángeles entran en forma humana en los hogares de las gentes, y son agasajados por ellas. Y los cristianos que viven a la luz del rostro de Dios están siempre acompañados por ángeles invisibles, y estos seres santos dejan tras sí una bendición en nuestros hogares (Joyas de los Testimonios, tomo 2, págs. 568, 569).

E. G. White

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