PIDA, CREA, RECLAME

Los labios mentirosos son abominación a Jehová; pero los que hacen verdad son su contentamiento. Prov. 12: 22.

Tengo una obra que hacer y por la gracia de Dios la haré. Mi única ansiedad tiene que ver con los que se sienten más inclinados a creer una mentira que una verdad. ¿Qué puedo hacer por ellos? ¿Qué puedo hacer para que no inventen mentiras ni las amen después de haberlas inventado? Todo lo que puedo hacer es presentarles a Jesús, el precioso Salvador, para que sea su Modelo. Si aman a Jesús, serán puros, inocentes, incontaminados. Se rodearán de una atmósfera de fe y no de duda, escepticismo e incredulidad. Hablarán de Jesús, del cielo, de los deberes del cristiano, de la lucha de éste y de cómo resistir con éxito los poderes de Satanás. No serán semejantes a los buitres que devoran lo que suponen son los defectos de los demás.

¡Oh, si Jesús se les manifestara! ¡Oh, si les gustara meditar en sus incomparables encantos! ¡Oh, si sus corazones aprendieran su amor! Entonces no ignoraríamos las artimañas de Satanás. Nuestras armas se volverían contra nuestros más mortales enemigos. Veríamos por fe que los ojos puros de los ángeles celestiales están fijos en nosotros, con amor, para verificar la calidad de nuestra devoción. También veríamos por fe a Satanás que vigila cada traspié que damos, todo lo que pueda usar en contra de nosotros, para aprovecharse de nuestra falta de unión y de amor, para señalar nuestros caminos torcidos, y para acusarnos con entusiasmo y alegría delante de los ángeles de Dios. . .

Si bien es cierto que somos incapaces de hacer frente a las obras del pecado y de Satanás, se nos ha proporcionado ayuda. Pida y recibirá. Dos o tres pueden reclamar el cumplimiento de la promesa; si piden algo en su nombre, él lo hará. . .

¡Oh, mi hermano! No se sienta tan independiente como para no pedir ayuda al Único que puede darle el auxilio que necesita para romper los lazos de Satanás. Debe ser vigilante, celoso, fiel y sincero, humilde y confiado, lleno de ternura y compasión. . .

Comience la obra en su propio corazón y entonces, con ese corazón bautizado por el Espíritu de Cristo, conduzca a sus hijos al Cordero de Dios (Carta 11, del 12 de mayo de 1883, dirigida a un hermano de California)

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