SIGAMOS LAS PAUTAS

Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: Pan del cielo les dio a comer. Juan 6: 31.

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La educación de los israelitas incluía todos sus hábitos de vida. Todo lo concerniente a su bienestar era objeto de la solicitud divina y estaba comprendido por la ley de Dios. Debido a que Dios quería hacer de ellos sus representantes, les proporcionó un estatuto especial. Se les dieron cuidadosas restricciones relativas a su régimen alimentario. El consumo de carne fue casi totalmente prohibido. El pueblo tenía que ser santo, y el Señor sabía que el consumo de carne impediría su progreso espiritual. Mediante un milagro misericordioso los alimentó con pan del cielo. El alimento que se les proveyó era de tal naturaleza que promovía la fuerza, tanto física, como mental y moral, y . . . la sabiduría de la elección divina de sus alimentos fue justificada de tal manera que no la pudieron contradecir. A pesar de las dificultades de la vida en el desierto, no hubo ni un solo débil en todas sus tribus.

Si se hubiera dado a los israelitas el régimen alimentario al cual estaban acostumbrados en Egipto, habrían manifestado el mismo espíritu rebelde que vemos en el mundo en la actualidad. En el régimen alimentario de los seres humanos de esta época hay muchas cosas que el Señor no habría permitido que comieran los hijos de Israel. La familia humana de la actualidad es una ilustración de lo que hubieran sido los hijos de Israel si Dios les hubiese permitido comer los alimentos de los egipcios, y seguir sus hábitos y costumbres.

La historia de la vida de Israel en el desierto fue registrada en beneficio del Israel de Dios hasta la consumación de los siglos.

El relato de la forma como trató Dios a los peregrinos mientras iban de un lugar a otro, mientras pasaban hambre, sufrían sed y cansancio, y en las sorprendentes manifestaciones de su poder para auxiliarlos, está lleno de amonestaciones para su pueblo de la actualidad. Los diversos incidentes por los que pasaron los hebreos constituyeron una escuela donde se prepararon para actuar en su prometido hogar de Canaán. Dios quiere que su pueblo repase ahora, con corazón humilde y espíritu abierto, las pruebas por las cuales pasó el antiguo Israel, a fin de que pueda recibir instrucción y prepararse para la Canaán celestial (Carta 44, del 9 de marzo de 1903, dirigida al pastor J. A. Burden, gerente del Sanatorio de Sydney).

E. G. White

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