No exageréis

Y oía Jacob las palabras de los hijos de Labán, que decían: Jacob ha tomado todo lo que era de nuestro padre, y de lo que era de nuestro padre ha adquirido toda esta riqueza. Génesis 31:1.

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En el proceso de la comunicación, muchas veces se da la exageración. Puede consistir en poner de relieve una falta de los demás o en amplificar los propios logros. Es práctica común entre aquellos cuyos corazones no han sido santificados por la verdad y el espíritu de Cristo. Los hijos de Labán practicaron esto al decir “Jacob ha tomado todo lo que era de nuestro padre': Quien conoce la Biblia sabe que esto no era verdad, porque Labán seguía siendo rico aún. Jacob no había tomado nada injustamente. Se habían atenido ambos a un acuerdo previo, pero que contó con un elemento que el corazón engañoso de Labán y sus hijos no habían considerado.

Como Jacob llegó sin nada, pensaban que Dios lo había abandonado y que, por ende, sería fácil presa del engaño. No conocían el trato que Jacob había hecho con el Señor en Betel de devolverle el diezmo de todo cuanto recibiese. Jacob progresó no por el ganado en sí que tenía o por los hijos que procreó, sino al cumplir su parte del trato con Dios.

La exageración de los hijos de Labán de que Jacob había tomado todas las riquezas de Labán estaba en desconocer las bendiciones que el Señor derramaba sobre él. Decir que lo que él había logrado era por robo era desconocer o no querer admitir que Dios estaba bendiciendo a un fiel siervo. El Señor bendice mucho más allá de las expectativas humanas. Nunca debemos considerar las bendiciones de Dios como algo distinto de lo que son en realidad. Si hemos de exagerar en algo, que sea en hacer el bien, no para enfatizar el mal.

“Aquellos que desean reformar a otros deben comenzar la reforma en sus propios corazones, y mostrar que han adquirido benignidad y humildad de corazón en la escuela de Cristo. Los que tienen a otros a su cargo deben aprender a dominarse a sí mismos, a abstenerse de proferir expresiones bruscas y censurar con exageración. Hay palabras cortantes que pueden ofender, lastimar y dejar cicatrices que han de permanecer en el alma. Hay palabras agudas que caen como chispas sobre un temperamento inflamable. Hay palabras cáusticas que muerden como víboras” (AO 58).

Génesis 3 1:1-33:20; Marcos 14:1-72

Pr. Ismael Leito

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