ALABO AL SEÑOR

El que sacrifica alabanza me honrará; y al que ordenare su camino, le mostraré la salvación de Dios. (Sal. 50: 23.)

Acercaos a Jesús tal como sois, pecaminosos, débiles y necesitados, y él os dará el agua de la vida. Necesitáis una fe que atraviese las tinieblas infernales que Satanás tiende sobre vuestro sendero. El archienemigo se dedica activamente a inventar diversiones y modas que absorban la mente de los hombres de tal manera que éstos no dispongan de tiempo para la meditación. Enseñad a vuestros niños a glorificar a Dios y no a satisfacer sus propios deseos. Ellos son hijos del Señor, por la creación y por la redención. Enseñadles a apartarse de las diversiones y locuras de esta época corrupta. Mantened sus mentes limpias y puras a la vista de Dios... Alabad a Dios. Permitid que vuestra conversación, música y cantos alaben al que hizo tanto por vosotros. Alabad a Dios en este mundo, y luego estaréis preparados para uniros al coro celestial al entrar en la ciudad del Señor. Entonces echaréis vuestras coronas resplandecientes a los pies de Jesús, tomaréis las arpas de oro, y henchiréis el cielo de melodías. Lo alabaremos con lenguaje inmortal.

Al conducirnos nuestro Redentor al umbral de lo infinito, inundado con la gloria de Dios, podremos comprender los temas de alabanza y acción de gracias del coro celestial que rodea al trono, y al despertarse el eco del canto de los ángeles, en nuestros hogares terrenales, los corazones serán acercados más a los cantores celestiales. La comunión con el cielo empieza en la tierra. Aquí aprendemos la clave de su alabanza.

Alabad al Señor; hablad de su bondad; dad a conocer su poder. Embelleced el ambiente que rodea vuestra alma... Alabad con vuestra voz, alma y corazón, al que es el salvamento delante de ti, el Salvador y Dios tuyo.

E. G. W.

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