REVERENCIA EN LA CASA DE DIOS
Mis sábados guardaréis, y mi santuario tendréis en reverencia: Yo Jehová. (Lev. 19: 30, RVA.)
Dios es santo y sublime; y para el alma humilde y creyente, su santuario terrenal, el lugar donde su pueblo se reúne para adorarlo, es una puerta del cielo. El canto de alabanza, las palabras pronunciadas por los ministros de Cristo, son los elementos que Dios ha destinado a la preparación de un pueblo para la iglesia del cielo, y para el culto superior.
Cuando los adoradores entran en el lugar de la reunión, deben hacerlo con decoro, pasando quedamente a sus asientos... La conversación común, los cuchicheos y las risas no deben permitirse en la casa de culto, ni antes ni después del servicio. Una piedad ardiente y activa debe caracterizar a los adoradores.
Si algunos tienen que esperar unos minutos antes de que empiece la reunión, conserven un verdadero espíritu de devoción meditando silenciosamente, manteniendo el corazón elevado a Dios en oración, a fin de que el servicio sea de beneficio especial para su propio corazón, y conduzca a la convicción y conversión de otras almas. Deben recordar que los mensajeros celestiales están en la casa. Todos hemos perdido mucha dulce comunión con Dios por nuestra inquietud, por no fomentar los momentos de reflexión y oración...
Elevad la norma del cristianismo en la mente de vuestros hijos; ayudadles a entretejer a Jesús en su experiencia; enseñadles a tener la más alta reverencia por la casa de Dios, y a comprender que cuando entran en la casa del Señor, deben hacerlo con corazón enternecido y subyugado por pensamientos como éstos: "Dios está aquí; ésta es su casa. Debo tener pensamientos puros y los más santos motivos... Este es el lugar donde Dios se encuentra con su pueblo y lo bendice"...
Los padres no deben sólo enseñar, sino ordenar a sus hijos que entren en el santuario con seriedad y reverencia.
Practicad la reverencia hasta que ésta se convierta en parte de vuestro ser.
E.G.W.
Escuche RadioAdventista.com en vivo
Dios es santo y sublime; y para el alma humilde y creyente, su santuario terrenal, el lugar donde su pueblo se reúne para adorarlo, es una puerta del cielo. El canto de alabanza, las palabras pronunciadas por los ministros de Cristo, son los elementos que Dios ha destinado a la preparación de un pueblo para la iglesia del cielo, y para el culto superior.
Cuando los adoradores entran en el lugar de la reunión, deben hacerlo con decoro, pasando quedamente a sus asientos... La conversación común, los cuchicheos y las risas no deben permitirse en la casa de culto, ni antes ni después del servicio. Una piedad ardiente y activa debe caracterizar a los adoradores.
Si algunos tienen que esperar unos minutos antes de que empiece la reunión, conserven un verdadero espíritu de devoción meditando silenciosamente, manteniendo el corazón elevado a Dios en oración, a fin de que el servicio sea de beneficio especial para su propio corazón, y conduzca a la convicción y conversión de otras almas. Deben recordar que los mensajeros celestiales están en la casa. Todos hemos perdido mucha dulce comunión con Dios por nuestra inquietud, por no fomentar los momentos de reflexión y oración...
Elevad la norma del cristianismo en la mente de vuestros hijos; ayudadles a entretejer a Jesús en su experiencia; enseñadles a tener la más alta reverencia por la casa de Dios, y a comprender que cuando entran en la casa del Señor, deben hacerlo con corazón enternecido y subyugado por pensamientos como éstos: "Dios está aquí; ésta es su casa. Debo tener pensamientos puros y los más santos motivos... Este es el lugar donde Dios se encuentra con su pueblo y lo bendice"...
Los padres no deben sólo enseñar, sino ordenar a sus hijos que entren en el santuario con seriedad y reverencia.
Practicad la reverencia hasta que ésta se convierta en parte de vuestro ser.
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