CRISTO ES MI HERMANO MAYOR
Por lo cual debía ser en todo semejante a sus hermanos, para venir a ser misericordioso y fiel sumo sacerdote en lo que a Dios se refiere, para expiar los pecados del pueblo. (Heb. 2: 17.)
El Hermano mayor de nuestra raza está junto al trono eterno. Desde allí mira a toda alma que vuelve su rostro hacia él como al Salvador. Sabe por experiencia lo que es la flaqueza humana, lo que son nuestras necesidades, y en qué consiste la fuerza de nuestras tentaciones; pues fue "tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado" (Heb. 4: 15). Está velando sobre ti, tembloroso hijo de Dios. ¿Eres tentado? Te librará. ¿Eres débil? Te fortalecerá. ¿Eres ignorante? Te iluminará. ¿Estás herido? Te curará. Jehová "cuenta el número de las estrellas"; y no obstante él es también el que "sana a los quebrantados de corazón, y venda sus heridas" (Sal. 147: 3-4).
Cualesquiera que sean tus angustias y pruebas, expónlas al Señor. Tu espíritu encontrará sostén para sufrirlo todo. El camino te será despejado para que puedas librarte de todo enredo y aprieto. Cuanto más débil y desamparado te sientas, más fuerte serás con su ayuda. Cuanto más pesadas tus cargas, más dulce y benéfico tu descanso, al echarlas sobre Aquel que se ofrece a llevarlas por ti.
Las circunstancias pueden separar a los amigos; las aguas intranquilas del amplio mar pueden agitarse entre nosotros y ellos. Pero ninguna circunstancia, ninguna distancia pueden separarnos del Salvador. Dondequiera que estemos, él está siempre a nuestra derecha, para sobrellevar, conservar, sostener y animar. Más grande que el amor de una madre por su hijo, es el amor de Cristo por sus rescatados. Es nuestro privilegio descansar en su amor y decir: "En él confiaré; pues dio su vida por mí".
El amor humano puede cambiar; el de Cristo no conoce mudanza. Cuando clamamos a él por auxilio, su mano se extiende para salvar.
El desea que comprendamos que él regresó al cielo como Hermano mayor nuestro y que ha puesto a nuestra disposición el inconmensurable poder que se le confirió a él.
E. G. W.
El Hermano mayor de nuestra raza está junto al trono eterno. Desde allí mira a toda alma que vuelve su rostro hacia él como al Salvador. Sabe por experiencia lo que es la flaqueza humana, lo que son nuestras necesidades, y en qué consiste la fuerza de nuestras tentaciones; pues fue "tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado" (Heb. 4: 15). Está velando sobre ti, tembloroso hijo de Dios. ¿Eres tentado? Te librará. ¿Eres débil? Te fortalecerá. ¿Eres ignorante? Te iluminará. ¿Estás herido? Te curará. Jehová "cuenta el número de las estrellas"; y no obstante él es también el que "sana a los quebrantados de corazón, y venda sus heridas" (Sal. 147: 3-4).
Cualesquiera que sean tus angustias y pruebas, expónlas al Señor. Tu espíritu encontrará sostén para sufrirlo todo. El camino te será despejado para que puedas librarte de todo enredo y aprieto. Cuanto más débil y desamparado te sientas, más fuerte serás con su ayuda. Cuanto más pesadas tus cargas, más dulce y benéfico tu descanso, al echarlas sobre Aquel que se ofrece a llevarlas por ti.
Las circunstancias pueden separar a los amigos; las aguas intranquilas del amplio mar pueden agitarse entre nosotros y ellos. Pero ninguna circunstancia, ninguna distancia pueden separarnos del Salvador. Dondequiera que estemos, él está siempre a nuestra derecha, para sobrellevar, conservar, sostener y animar. Más grande que el amor de una madre por su hijo, es el amor de Cristo por sus rescatados. Es nuestro privilegio descansar en su amor y decir: "En él confiaré; pues dio su vida por mí".
El amor humano puede cambiar; el de Cristo no conoce mudanza. Cuando clamamos a él por auxilio, su mano se extiende para salvar.
El desea que comprendamos que él regresó al cielo como Hermano mayor nuestro y que ha puesto a nuestra disposición el inconmensurable poder que se le confirió a él.
E. G. W.
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