LA CORTE DE LA VIDA SANTA
Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anuncias las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable. 1 Ped. 2:9.
La iglesia de Cristo en la tierra está en medio de la oscuridad moral de un mundo desleal, que está pisoteando la ley de Jehová. Pero su Redentor, que ha comprado su rescate mediante el precio de su propia sangre preciosa, ha hecho todas las provisiones para que su iglesia sea un cuerpo transformado, iluminado con la Luz del mundo, que posea la gloria de Emanuel. Los brillantes rayos del Sol de justicia resplandeciendo a través de su iglesia, reunirán en el aprisco a todas las ovejas perdidas y descarriadas que vayan a él y encuentren refugio en él. Hallarán paz, luz y gozo en Aquel que es paz y justicia por siempre.
Los miembros de la iglesia debieran mantener individualmente la luz del amor de Dios brillando en sus almas, y hacerla brillar, también para otros. Tenemos mucho en juego para permitir que el letargo espiritual nos cubra. Cuidémonos de fomentar la aversión por los servicios religiosos y los deberes religiosos. Luchemos resueltamente contra esa inactividad del alma, que es tan fatal para el crecimiento y aun la vida del cristiano. La iglesia cuyos miembros se esfuercen activamente en forma personal por hacer bien a otros y por salvar a las almas, será saludable y próspera. Este será un constante incentivo para toda buena obra. Tales cristianos trabajarán para asegurar su propia salvación.
Las energías adormecidas despertarán, toda el alma será inspirada por una invencible determinación de lograr la aprobación del Salvador: "Bien hecho", y llevar la corona de la victoria.
Cristo hace de su iglesia un hermoso templo para Dios. "Donde están dos o tres congregados en mi nombre -declara-, allí estoy yo en medio de ellos" (Mat. 18:20). Su iglesia es la corte de la vida santa, llena de diversos dones, y dotada del Espíritu Santo. El cielo asigna deberes apropiados a cada miembro de la iglesia en la tierra, y todos deben encontrar su felicidad en la felicidad de aquellos a quienes ayudan y bendicen.
E. G. W.
La iglesia de Cristo en la tierra está en medio de la oscuridad moral de un mundo desleal, que está pisoteando la ley de Jehová. Pero su Redentor, que ha comprado su rescate mediante el precio de su propia sangre preciosa, ha hecho todas las provisiones para que su iglesia sea un cuerpo transformado, iluminado con la Luz del mundo, que posea la gloria de Emanuel. Los brillantes rayos del Sol de justicia resplandeciendo a través de su iglesia, reunirán en el aprisco a todas las ovejas perdidas y descarriadas que vayan a él y encuentren refugio en él. Hallarán paz, luz y gozo en Aquel que es paz y justicia por siempre.
Los miembros de la iglesia debieran mantener individualmente la luz del amor de Dios brillando en sus almas, y hacerla brillar, también para otros. Tenemos mucho en juego para permitir que el letargo espiritual nos cubra. Cuidémonos de fomentar la aversión por los servicios religiosos y los deberes religiosos. Luchemos resueltamente contra esa inactividad del alma, que es tan fatal para el crecimiento y aun la vida del cristiano. La iglesia cuyos miembros se esfuercen activamente en forma personal por hacer bien a otros y por salvar a las almas, será saludable y próspera. Este será un constante incentivo para toda buena obra. Tales cristianos trabajarán para asegurar su propia salvación.
Las energías adormecidas despertarán, toda el alma será inspirada por una invencible determinación de lograr la aprobación del Salvador: "Bien hecho", y llevar la corona de la victoria.
Cristo hace de su iglesia un hermoso templo para Dios. "Donde están dos o tres congregados en mi nombre -declara-, allí estoy yo en medio de ellos" (Mat. 18:20). Su iglesia es la corte de la vida santa, llena de diversos dones, y dotada del Espíritu Santo. El cielo asigna deberes apropiados a cada miembro de la iglesia en la tierra, y todos deben encontrar su felicidad en la felicidad de aquellos a quienes ayudan y bendicen.
E. G. W.
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