Condicionalidad
“ Y les dijo:” Venid en pos de mí y os haré pes cadores de hombres” Mateo 419
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Muchas veces se ha presentado la relación de Dios con el hombre como una relación libre de condiciones. Sí, es verdad que él nos ama con un amor eterno, que ha entregado a su Hijo unigénito para nuestra sal vació y que podemos llegar a él con toda confianza, sabiendo que siempre está dispuesto a recibir al pecador. Pero también es cierto que nuestro Dios tiene estrictas condiciones para la relación con éL Para empezar, nadie puede llegar al Padre sino por medio de Jesucristo. Si confesamos nuestros pecados y nos apartamos, él es fiel y justo para perdonar.
No es que no haya condiciones, sino más bien que las condiciones son tan básicas y fáciles de alcanzar que no hay razón para no alcanzarlas. Dios no nos pide nada imposible. Él ha logrado todo lo imposible para que todo lo que tenemos que hacer sea aceptar, venir y disfrutar.
Es el gran anhelo de Dios que sus hijos sean pescadores de hombres, pero la condición es “venir en pos de mí': La ganancia de almas es una indicación clara de que la primera condición se cumplió: un deseo ferviente de seguir al Señor. No se puede guiar a otros cuando nosotros no seguimos. Cuando hay un conocimiento profundo y un anhelo ferviente de seguir a nuestro Salvador, él nos puede ayudar a llevar a otros a él.
La realidad, sin embargo, va más allá. Si el Señor pudo abrir la boca de un asno para que testificara para él, bien puede hacer que, de forma excepcional, personas no del todo consagradas puedan ganar almas. Debemos siempre recordar que él puede usar las peores condiciones y siempre lograr que su nombre sea glorificado. La gran verdad es que una vida consagrada será identificada con un deseo ferviente de decirle al mundo que él es nuestro Señor y Dios.
La testificación ideal es una vida que refleje los valores de Dios, una vida que procure que los demás se den cuenta de que somos diferentes. Testificar para el Señor es decidir cada día no comprometernos con las cosas del mundo, sino estar dispuestos a destacamos por el mero hecho de seguir a Cristo. La condición es la disposición a seguirlo en todo momento. Que nuestro día hoy pueda estar lleno de momentos de reflexión sobre la gran verdad de que somos cartas abiertas. Que nuestro pensar y actuar traiga gloria a nuestro Dios.
Levítico 5:1-7:38; Mateo 3:1-4:25
Pr. Israel Leito
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No es que no haya condiciones, sino más bien que las condiciones son tan básicas y fáciles de alcanzar que no hay razón para no alcanzarlas. Dios no nos pide nada imposible. Él ha logrado todo lo imposible para que todo lo que tenemos que hacer sea aceptar, venir y disfrutar.
Es el gran anhelo de Dios que sus hijos sean pescadores de hombres, pero la condición es “venir en pos de mí': La ganancia de almas es una indicación clara de que la primera condición se cumplió: un deseo ferviente de seguir al Señor. No se puede guiar a otros cuando nosotros no seguimos. Cuando hay un conocimiento profundo y un anhelo ferviente de seguir a nuestro Salvador, él nos puede ayudar a llevar a otros a él.
La realidad, sin embargo, va más allá. Si el Señor pudo abrir la boca de un asno para que testificara para él, bien puede hacer que, de forma excepcional, personas no del todo consagradas puedan ganar almas. Debemos siempre recordar que él puede usar las peores condiciones y siempre lograr que su nombre sea glorificado. La gran verdad es que una vida consagrada será identificada con un deseo ferviente de decirle al mundo que él es nuestro Señor y Dios.
La testificación ideal es una vida que refleje los valores de Dios, una vida que procure que los demás se den cuenta de que somos diferentes. Testificar para el Señor es decidir cada día no comprometernos con las cosas del mundo, sino estar dispuestos a destacamos por el mero hecho de seguir a Cristo. La condición es la disposición a seguirlo en todo momento. Que nuestro día hoy pueda estar lleno de momentos de reflexión sobre la gran verdad de que somos cartas abiertas. Que nuestro pensar y actuar traiga gloria a nuestro Dios.
Levítico 5:1-7:38; Mateo 3:1-4:25
Pr. Israel Leito
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