¿Le permitirás entrar? (Reflexión en vídeo y audio)


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Jehová se manifestó a mí hace ya mucho tiempo, diciendo: Con amor eterno te he amado; por tanto, te prolongué mi misericordia. Jeremías 31:3.
La obra que más ama el corazón de Cristo es la de atraer las almas hacia él... Mira a Jesús, la Majestad del cielo. ¿Qué contemplas en la historia de su vida? Su divinidad revestida con la humanidad, toda una vida de continua humildad, la realización de un acto de condescendencia tras otro, una trayectoria de continuo descenso de las cortes celestiales a un mundo todo marchitado y malogrado con la maldición, un mundo indigno de su presencia, en el que descendió más y más, tomando la forma de un siervo, para ser despreciado y desechado de los hombres, obligado a huir de lugar en lugar para salvar su vida y, al fin, traicionado, rechazado, crucificado. Luego, como pecadores por quienes sufrió Jesús más de lo que los mortales pueden describir, ¿rehusaremos humillar nuestra orgullosa voluntad?
Estudia día y noche el carácter de Cristo. Su tierna compasión, su inexpresable e incomparable amor por las almas lo indujeron a soportar toda la vergüenza, las injurias, los maltratos, las incomprensiones de la tierra. Acércate más a él, contempla sus manos y pies, lastimados y heridos por nuestras transgresiones. El castigo de nuestra paz sobre él, y por su herida fuimos curados.
No pierdas tiempo, no pase otro día a la eternidad antes de que vayas a él, tal como eres, cualquiera sea tu debilidad, tu indignidad, tu descuido... La invitación de Jesús para que vayas a él, la presentación de una corona de gloria inmarcesible, la vida, la vida eterna que se compara con la vida de Dios, no han sido suficiente aliciente para inducirte a servir a Cristo con un afecto indiviso...
No estés más del lado de Satanás. Efectúa cambios decididos y radicales mediante la gracia que te da Dios... Él dice con lágrimas: “No queréis venir a mí para que tengáis vida”. Juan 5:40.—Carta 36, 1892.
Por E.G.White "A Fin de Conocerle", página 54.

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