NECESIDAD DE DIOS

Anhela mi alma y aun ardientemente desea los atrios de Jehová; mi corazón y mi carne cantan al Dios vivo. Sal 84:2.

Existe en el corazón humano una necesidad instintiva de Dios. No tiene explicación. Podría ser simplemente nostalgia del Creador, pero, es más, mucho más que eso. Es un vacío que duele. Es carencia, falta. Es como la necesidad que el pulmón tiene de oxígeno. David dice: "Anhela mi alma y aun ardientemente desea los atrios de Jehová; mi corazón y mi carne cantan al Dios vivo". Es saudade, nostalgia, búsqueda incesante. Sed del alma. Hambre del corazón.

Es independiente de lo que tú crees o no. Puede no ser lógico, pero es real. Es un hecho. Está ahí presente, en el día a día del transitar humano.

El millonario sin Dios se pregunta: "¿Qué me falta?" No le falta nada. Le sobra orgullo, prepotencia y soberbia. El corazón está lleno de sí. No hay lugar para Dios y el vacío duele, perturba y angustia.

El artista famoso indaga: "¿Por qué no soy feliz?" Porque la felicidad no es simplemente algo, es una persona. "Yo soy el camino", dijo Jesús. ¡Ah, ser humano, vacío e incoherente! Tratando de ser feliz busca lo que lo lastima, busca lo que lo destruye, rechaza el camino de la sencillez y la simplicidad. Complica su vida con filosofías que alimentan su ego y matan la sed de su Espíritu carente.

En el salmo de hoy, el poeta compara al hombre que reconoce su necesidad de Dios y lo busca, con el gorrión que encontró su casa y la golondrina que encontró su nido, que acogen con cariño a sus polluelos. ¿Puede haber una figura más expresiva para ilustrar la felicidad?* Tú y tus amados, protegidos en el nido de Dios. Cuidados por él, seguros en él, sostenidos por él.

Hoy es un día de decisión. Todos los días lo son. Un día para cambiar el rumbo de tu existencia. Para reconocer que tú eres criatura. Para mirar con optimismo el horizonte de nuevos desafíos, a pesar de los dramas por los que estás pasando. Hoy es tu día. Día de renacimiento, de resurgimiento, día para sacudir el polvo de los pies y enfrentar el largo camino que te llevará a la cima de la montaña que se presenta, desafiante, ante ti.

Para que todo eso suceda, tú necesitas decir, con el salmista: ''Anhela mi alma y aun ardiente mente desea los atrios de Jehová; mi corazón y mi carne cantan al Dios vivo".

* Sal. 84:3.

Pr. Alejandro Bullón

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