NO DESPRECIEMOS LA CRUZ
¿Y qué concordia Cristo con Belial? ¿O qué parte el creyente con el incrédulo? 2 Cor. 6: 15.
En la última visión que se me dio, se me mostró que ustedes estaban ansiosos de que sus hijos recibieran tanta religión como para que ésta hiciera de ellos niños agradables para todos, que nadie pudiera censurar. La influencia restrictiva del Espíritu de Dios los ha afectado muy poco...
Los que profesamos ser siervos de Cristo no debiéramos servir más al mundo, ni mantener relación con los que rechazan las verdades que consideramos sagradas. Se me señaló 1 Juan 2: 6: "El que dice que permanece en él, debe andar como él anduvo". "Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer" (Juan 15: 4, 5). . .
Ustedes no pueden medirse de acuerdo con el mundo o las opiniones de los demás. Su única seguridad consiste en comparar su situación con la que habría sido si su camino se hubiera dirigido permanentemente hacia arriba desde que profesaron ser seguidores de Cristo. Dios está examinando el carácter moral de ustedes. Se los está pesando en la balanza del santuario y, si la espiritualidad de ustedes no concuerda con los beneficios y los privilegios que se les han concedido, serán hallados faltos. La senda de ustedes debería haber sido cada vez más luminosa y debieran haber dado mucho más fruto para la gloria de Dios.
Ustedes padecen necesidades; sin embargo, están tan despreocupados y satisfechos como si la nube los guiara de día y la columna de fuego de noche como señales del favor de Dios. Consideran que forman parte del pueblo escogido y peculiar del Señor, y sin embargo no tienen manifestaciones o evidencias del poder del Altísimo para salvar hasta lo sumo. No se han apartado del mundo como Dios requiere que lo haga su pueblo. . .
El pueblo de Dios lucha constantemente para conservar su carácter santo y peculiar, y en ninguna situación o circunstancia debe evitar la cruz de Cristo ni ponerla a un lado (Carta 9, del 12 de octubre de 1861, un testimonio personal).
E. G. White
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