No seamos engañados

Jesús, respondiéndoles, comenzó a decir: Mirad que nadie os engañe; porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy el Cristo; y engañarán a muchos. Marcos 13:5,6.

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Uno de los peligros más grandes en el cumplimiento de las profecías de los últimos días es el de ser engañado. Como adventistas siempre hemos considerado que ese engaño puede venir de elementos fuera de nuestro círculo, pero más y más nos damos cuenta que el mayor peligro es el engaño de dentro. La falsa piedad, que no concuerda con el espíritu de Cristo, la crítica despiadada, los ataques y las acusaciones a los hermanos, son todos métodos que el enemigo del pueblo de Dios ha usado con mucho éxito en el pasado.

La advertencia de Jesús es para que estemos apercibidos y no caigamos en tales prácticas. No debemos interpretar esto como si se limitase exclusivamente a falsas doctrinas. Una de las cosas que más daño hace es el tomar libertades para atacar a los siervos de Dios. ¡Cuántas veces no comemos pastor frito y anciano asado en nuestras mesas los sábados! ¡Cuántas veces el vestido de hermana ftilana de tal nos impide recordar el buen sermón que escuchamos!

“Mirad que nadie os engañe” tiene que ver con más que enseñanzas falsas. Tiene que ver con nuestra vida personal y nuestra relación mutua, y, sobre todo, con nuestra relación sincera con el Señor. “Mirad que nadie os engañe” también implica mirar que no engañemos a nadie, que nuestro actuar sea como la luz del sol. Que nuestra piedad sea como la quiere el Señor. “Vendrán en mi nombre” también implica decir y hacer cosas en el nombre del Señor que el Señor no ha mandado ni acepta. Midamos todo el actuar ante un “Así dice el Señor' y que nuestra motivación sea pura para así no engañar ni ser engañados.

“Todo cuanto hacen los cristianos debe ser transparente como la luz del sol, La verdad es de Dios; el engaño, en cada una de sus muchas formas, es de Satanás; el que en algo se aparte de la verdad exacta, se somete al poder del diablo. Pero no es fácil ni sencillo decir la verdad exacta. No podemos decirla a menos que la sepamos; y ¡cuántas veces las opiniones preconcebidas, el prejuicio mental, el conocimiento imperfecto, los errores de juicio impiden que tengamos una comprensión correcta de los asuntos que nos atañen! No podemos hablar la verdad a menos que nuestra mente esté bajo la dirección constante de Aquel que es verdad” (DMJ 61).

Génesis 29:1—30:43; Marcos 13:1—37

Pr. Ismael Leito

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