SEA CRISTO VUESTRA LUZ
Mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna. Juan 4: 14.
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Dios invita a todos los que han estado bebiendo del agua de la vida que conduzcan a otros a esa misma fuente. . . "Yo Jesús he enviado a mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias. Yo soy la raíz y el linaje de David, la estrella resplandeciente de la mañana" (Apoc. 22: 16). Cristo debe ser su luz. Cristo debe ser su suficiencia y su poder. Cristo es la raíz y sostiene cada rama mediante su poder. . .
Cada alma convertida tiene una obra que hacer. Debemos recibir gracia para dispensarla gratuitamente. Debemos permitir que alumbre la luz que proviene de la estrella resplandeciente de la mañana, para que esa luz resplandezca mediante obras de abnegación y sacrificio, siguiendo el ejemplo que Cristo nos ha dado mediante su propia vida y su carácter. Debemos recibir de la raíz esa savia que nos capacitará para llevar mucho fruto. Toda alma que haya escuchado la divina invitación debe comunicar el mensaje desde la colina hasta el valle, diciendo a todos aquellos que se relacionan con ella: "Ven". . .
El amor de Jesús en el corazón siempre se manifestará mediante una tierna compasión por las almas de aquellos por quienes pagó tan alto precio: "No amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad. Y en esto conocemos que somos de la verdad, y aseguramos nuestros corazones delante de él. . . Y cualquiera cosa que pidiéremos la recibiremos de él, porque guardamos sus mandamientos, y hacemos las cosas que son agradables delante de él" (1 Juan 3: 18, 19, 22). El cristiano carente de amor no existe.
Cada verdadero creyente capta los rayos de la Estrella matutina, y transmite su luz a los que se hallan en tinieblas. No sólo resplandecen en medio de las tinieblas de su propio vecindario, sino que como iglesia envían la luz a las regiones distantes. El Señor espera que cada cual cumpla su deber. Todo el que se une con la iglesia debe unirse a Cristo también para difundir los rayos de la Estrella matutina, y debe convertirse en la luz del mundo. Cristo y su pueblo serán copartícipes en la gran tarea de salvar a la humanidad (Manuscrito 51, del 14 de noviembre de 1894).
E. G. White
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Cada alma convertida tiene una obra que hacer. Debemos recibir gracia para dispensarla gratuitamente. Debemos permitir que alumbre la luz que proviene de la estrella resplandeciente de la mañana, para que esa luz resplandezca mediante obras de abnegación y sacrificio, siguiendo el ejemplo que Cristo nos ha dado mediante su propia vida y su carácter. Debemos recibir de la raíz esa savia que nos capacitará para llevar mucho fruto. Toda alma que haya escuchado la divina invitación debe comunicar el mensaje desde la colina hasta el valle, diciendo a todos aquellos que se relacionan con ella: "Ven". . .
El amor de Jesús en el corazón siempre se manifestará mediante una tierna compasión por las almas de aquellos por quienes pagó tan alto precio: "No amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad. Y en esto conocemos que somos de la verdad, y aseguramos nuestros corazones delante de él. . . Y cualquiera cosa que pidiéremos la recibiremos de él, porque guardamos sus mandamientos, y hacemos las cosas que son agradables delante de él" (1 Juan 3: 18, 19, 22). El cristiano carente de amor no existe.
Cada verdadero creyente capta los rayos de la Estrella matutina, y transmite su luz a los que se hallan en tinieblas. No sólo resplandecen en medio de las tinieblas de su propio vecindario, sino que como iglesia envían la luz a las regiones distantes. El Señor espera que cada cual cumpla su deber. Todo el que se une con la iglesia debe unirse a Cristo también para difundir los rayos de la Estrella matutina, y debe convertirse en la luz del mundo. Cristo y su pueblo serán copartícipes en la gran tarea de salvar a la humanidad (Manuscrito 51, del 14 de noviembre de 1894).
E. G. White
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