¿A qué mesa estás sentado?
Finalmente se apareció los once mismos, estando ellos sentados a la mesa, y les reprochó su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído lo que le habían visto resucitado. Y les dijo:“ld por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura” Marcos 16:14,15.
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Se ha dicho que el hombre no fue creado para estar sentado, sino para estar en movimiento. Algunos creen que el sentarse es la mayor causa de enfermedad, porque obstruye el buen funcionamiento del cuerpo.
Después del chasco de la semana de pasión, los discípulos encontraron consuelo y alivio del temor que sentían en simplemente sentarse a la mesa. La inactividad hizo que se volviesen cínicos y reacios a creer lo que Cristo les había enseñado y la verdad gloriosa de su resurrección. Su corazón se había endurecido por la inactividad.
Pese a su condición, el Señor no los rechazó, sino que los visitó de nuevo para reactivar su razón de ser. Después de reprender su incredulidad, les encomendó su misión: “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura” (Mar. 16:15).
Es fácil aceptar a Cristo y, con el correr del tiempo, ir perdiendo la visión de nuestra razón de ser. Para ayudarnos a entender que la inactividad espiritual tiende a llevarnos a la incredulidad, Elena de White nos indica que “cada verdadero discípulo nace en el reino de Dios como misionero. Apenas llega a conocer al Salvador, desea hacerlo conocer a otros” (MC 70). ¡Cuántos problemas eclesiásticos se podrían evitar si no estuviéramos simplemente sentados en la inacción como los discípulos! Cuando conocemos la gracia salvadora y no nos mantenemos activos en la proclamación de la misma, tendemos a llegar a ser como Simón el Mago, quien, aunque bautizado en la iglesia, quería usar el conocimiento limitado que tenía para otro propósito. ¡Levantémonos de la mesa de la inacción para decirle al mundo que nuestro Salvador vive!
“La verdad salvadora y santificadora no puede quedar encerrada en su corazón. El que bebe del agua viva llega a ser una fuente de vida. El que recibe se transforma en un dador [...] hacer esta obra obtenemos mayor bendición que si trabajáramos únicamente en nuestro provecho. Es al trabajar para difundir las buenas nuevas de la salvación como somos llevados más cerca del Salvador” (MC 70).
Génesis 37:1-38:30; Marcos 16:1-20
Pr. Israel Leito
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Después del chasco de la semana de pasión, los discípulos encontraron consuelo y alivio del temor que sentían en simplemente sentarse a la mesa. La inactividad hizo que se volviesen cínicos y reacios a creer lo que Cristo les había enseñado y la verdad gloriosa de su resurrección. Su corazón se había endurecido por la inactividad.
Pese a su condición, el Señor no los rechazó, sino que los visitó de nuevo para reactivar su razón de ser. Después de reprender su incredulidad, les encomendó su misión: “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura” (Mar. 16:15).
Es fácil aceptar a Cristo y, con el correr del tiempo, ir perdiendo la visión de nuestra razón de ser. Para ayudarnos a entender que la inactividad espiritual tiende a llevarnos a la incredulidad, Elena de White nos indica que “cada verdadero discípulo nace en el reino de Dios como misionero. Apenas llega a conocer al Salvador, desea hacerlo conocer a otros” (MC 70). ¡Cuántos problemas eclesiásticos se podrían evitar si no estuviéramos simplemente sentados en la inacción como los discípulos! Cuando conocemos la gracia salvadora y no nos mantenemos activos en la proclamación de la misma, tendemos a llegar a ser como Simón el Mago, quien, aunque bautizado en la iglesia, quería usar el conocimiento limitado que tenía para otro propósito. ¡Levantémonos de la mesa de la inacción para decirle al mundo que nuestro Salvador vive!
“La verdad salvadora y santificadora no puede quedar encerrada en su corazón. El que bebe del agua viva llega a ser una fuente de vida. El que recibe se transforma en un dador [...] hacer esta obra obtenemos mayor bendición que si trabajáramos únicamente en nuestro provecho. Es al trabajar para difundir las buenas nuevas de la salvación como somos llevados más cerca del Salvador” (MC 70).
Génesis 37:1-38:30; Marcos 16:1-20
Pr. Israel Leito
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