BEDICE AL SEÑOR
Bendice, alma mía, a Jehová, y no olvides ninguno de sus beneficios. Sal. 103:2.
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Un pueblo sin memoria, es un pueblo sin destino. Si tú no sabes de dónde vienes, ¿cómo sabrás a dónde vas? Tú avanzas, pero ¿a dónde? ¿En qué dirección? El ser humano tiene un apego inconsciente al pasado, a pesar de su vertiginosa proyección hacia el futuro. De su historia saca fuerzas para continuar avanzando, a despecho de los obstáculos que aparecen en el camino.
El salmista te invita hoy a “bendecir a Jehová”. En nuestra lengua, la palabra “bendecir” está compuesta de dos conceptos: “decir” y “bien”. El ser humano siempre debe bendecir a Dios, a pesar de que las circunstancias pueden no ser las mejores.
Pero, ¿por qué deberíamos hablar bien de Dios si en el presente todo parece estar cabeza abajo? David nos da la razón: “Bendice, alma mía, a Jehová, y no olvides ninguno de sus beneficios”. En otras palabras: Repasa tu historia. ¿Recuerdas cómo el Señor te condujo en el pasado? Si tú estás vivo en este momento, si tienes lo que tienes, aunque sea poco, ¿es solo porque tú te esforzaste, o porque Dios bendijo tu esfuerzo?
En el versículo 7 de este salmo, el autor se remonta a la manera maravillosa como Dios condujo a Israel en el pasado, “sus caminos notificó a Moisés, y a los hijos de Israel sus obras”. ¿A qué hechos se refiere? Abrió el Mar Rojo, hizo caer el maná de los cielos, sacó agua de la roca, derrotó a los enemigos. ¿Es poco? Si Dios hizo todo eso en ci. pasado, ¿no será capaz de hacer cosas mayores en el presente?
Por tanto, habla bien de Dios. “Bendice, alma mía, a Jehová”, a pesar de las nubes y del cielo oscuro, a pesar de las lágrimas y del dolor. Dios continúa siendo Dios. No te abandonó. No duerme ni descansa. Está más presente de lo que tú te imaginas.
Este salmo tiene 22 versículos. El mismo número de letras que el alfabeto hebreo. Comienza y termina de la misma manera, diciendo: “Bendice, alma mía, a Jehov'. ¿Coincidencia? No. ¿Belleza literaria? Menos aún. Simplemente, confianza de que mañana será otro día y el sol nacerá de nuevo.
Por eso, antes de revisar tu agenda diaria, repítete a ti mismo: “Bendice, alma mía, a Jehová, y no olvides ninguno de sus beneficios”.
Pr. Alejandro Bullón
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El salmista te invita hoy a “bendecir a Jehová”. En nuestra lengua, la palabra “bendecir” está compuesta de dos conceptos: “decir” y “bien”. El ser humano siempre debe bendecir a Dios, a pesar de que las circunstancias pueden no ser las mejores.
Pero, ¿por qué deberíamos hablar bien de Dios si en el presente todo parece estar cabeza abajo? David nos da la razón: “Bendice, alma mía, a Jehová, y no olvides ninguno de sus beneficios”. En otras palabras: Repasa tu historia. ¿Recuerdas cómo el Señor te condujo en el pasado? Si tú estás vivo en este momento, si tienes lo que tienes, aunque sea poco, ¿es solo porque tú te esforzaste, o porque Dios bendijo tu esfuerzo?
En el versículo 7 de este salmo, el autor se remonta a la manera maravillosa como Dios condujo a Israel en el pasado, “sus caminos notificó a Moisés, y a los hijos de Israel sus obras”. ¿A qué hechos se refiere? Abrió el Mar Rojo, hizo caer el maná de los cielos, sacó agua de la roca, derrotó a los enemigos. ¿Es poco? Si Dios hizo todo eso en ci. pasado, ¿no será capaz de hacer cosas mayores en el presente?
Por tanto, habla bien de Dios. “Bendice, alma mía, a Jehová”, a pesar de las nubes y del cielo oscuro, a pesar de las lágrimas y del dolor. Dios continúa siendo Dios. No te abandonó. No duerme ni descansa. Está más presente de lo que tú te imaginas.
Este salmo tiene 22 versículos. El mismo número de letras que el alfabeto hebreo. Comienza y termina de la misma manera, diciendo: “Bendice, alma mía, a Jehov'. ¿Coincidencia? No. ¿Belleza literaria? Menos aún. Simplemente, confianza de que mañana será otro día y el sol nacerá de nuevo.
Por eso, antes de revisar tu agenda diaria, repítete a ti mismo: “Bendice, alma mía, a Jehová, y no olvides ninguno de sus beneficios”.
Pr. Alejandro Bullón
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