Definiendo prioridades

“Porque cualquiera que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ese es mi hermano, mi hermana y mi madre.” Mateo 12:50

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Las palabras de Jesús pueden sonar fuera de lugar, pero un análisis de la situación en los contextos de tiempo, lugar y ocasión nos revelará que no es así. No era la primera vez que alguien buscaba crear una confrontación con Jesús. Ya era conocido que algunos intentaban entramparlo por referencia a sus familiares. Lo cierto es que Jesús siempre fue muy atento con sus familiares, pero no hasta el extremo de permitir que eso entorpeciera la misión por la cual había venido.

La presencia de sus familiares ha sido interpretada por algunos como un intento de interferir en la labor que él estaba realizando. No estaba rechazando a sus parientes al indicar que, para él, sus familiares eran los que hacían la voluntad del Padre. Hay una profundidad inmensa para nosotros en estas palabras, porque la iglesia no es un edificio, ni una persona, ni un grupo particular de personas. Se dice que la iglesia es una familia. Tan cercanas, tan íntimas, tan variadas como la familia: así debieran ser las relaciones dentro de la iglesia. El amor fraternal, el respeto, la preocupación por el prójimo y, sí, hasta el deseo de darlo todo por la familia debieran ser los sentimientos entre nosotros.

Cuando a Jesús le dijeron que sus parientes estaban fuera, se dio cuenta de que intentaban distraerlo de su labor. Por importantes que fueran los que estaban fuera, para él la prioridad era los que estaban con él. Los más importantes eran los que estaban dispuestos a hacer la voluntad del Padre sin cuestionamientos. Estar dispuesto a hacer la voluntad del Padre es el rasgo distintivo más grande que se puede conocer: es lo que define a la familia. La familia de la iglesia, por lo tanto, no se debe tomar livianamente. Ser hijos de un mismo Padre, ser hermanos los unos de los otros; todo esto es ser de la familia de Dios.

La gran esperanza del cristiano es estar un día con su verdadera familia allá en el cielo azul. Si en el cielo vamos a ser familia, es importante que nos amemos como hermanos ahora. Si en el cielo vamos a tener un solo Padre, es importante que le reconozcamos ahora y estar dispuestos a hacer su voluntad ahora. La esperanza más fiel del cristiano es estar algún día, pronto, con Cristo, disfrutando de los beneficios de la familia de Dios en la casa de Dios.

Israel Leito

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