Entonces Jesús le dijo: «Mira, no lo digas a nadie; pero ve, muéstrate al sacerdote y ofrece la ofrenda que mandó Moisés, para testimonio a ellos». Mateo 8: 4
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La tendencia humana es proclamar voz en cuello cuanto bueno nos ocurre. Como cristianos se nos insta siempre a decir lo que Cristo ha hecho en nuestras-vidas para que otros lleguen al conocimiento de la gracia salvadora. Sin embargo, hay veces que la vida vivida es preferible a la palabra hablada. Una vida en acuerdo con la voluntad de Dios es un testimonio mucho más poderoso que un sermón predicado. «Jesús encargó al hombre que no diese a conocer la obra en él realizada, sino que se presentase inmediatamente con una ofrenda al templo. Semejante ofrenda no podía ser aceptada hasta que los sacerdotes le hubiesen examinado y declarado completamente sano de la enfermedad. Por poca voluntad que tuviesen para cumplir este servicio, no podían eludir el examen y la decisión del caso. »Las palabras de la Escritura demuestran con qué urgencia Cristo recomendó a este hombre la necesidad de callar y obrar prontamente.
"Entonces le apercibió, y despidióle luego. Y le dice: Mira, no digas a nadie nada; sino ve, muéstrate al sacerdote, y ofrece por tu limpieza lo que Moisés mandó, para testimonio a ellos." Si los sacerdotes hubiesen conocido los hechos relacionados con la curación del leproso, su odio hacia Cristo podría haberlos inducido a dar un fallo falto de honradez. Jesús deseaba que el hombre se presentase en el templo antes de que les llegase rumor alguno concerniente al milagro. Así se podría obtener una decisión imparcial, y el leproso sanado tendría permiso para volver a reunirse con su familia y sus amigos.
»Jesús tenía otros objetos en vista al recomendar silencio al hombre. Sabía que sus enemigos procuraban siempre limitar su obra, y apartar a la gente de él. Sabía que si se divulgaba la curación del leproso, otros aquejados por esta terrible enfermedad se agolparían en derredor de él y se harta correr la voz de que su contacto iba a contaminar a la gente. Muchos de los leprosos no emplearían el don de la salud en forma que fuese una bendición para sí mismos y para otros. Y al atraer a los leprosos en derredor suyo, daña ocasión de que se le acusase de violar las restricciones de la ley ritual. Así quedaría estorbada su obra de predicar el evangelio» (DTG 229-30).
Israel Leito
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"Entonces le apercibió, y despidióle luego. Y le dice: Mira, no digas a nadie nada; sino ve, muéstrate al sacerdote, y ofrece por tu limpieza lo que Moisés mandó, para testimonio a ellos." Si los sacerdotes hubiesen conocido los hechos relacionados con la curación del leproso, su odio hacia Cristo podría haberlos inducido a dar un fallo falto de honradez. Jesús deseaba que el hombre se presentase en el templo antes de que les llegase rumor alguno concerniente al milagro. Así se podría obtener una decisión imparcial, y el leproso sanado tendría permiso para volver a reunirse con su familia y sus amigos.
»Jesús tenía otros objetos en vista al recomendar silencio al hombre. Sabía que sus enemigos procuraban siempre limitar su obra, y apartar a la gente de él. Sabía que si se divulgaba la curación del leproso, otros aquejados por esta terrible enfermedad se agolparían en derredor de él y se harta correr la voz de que su contacto iba a contaminar a la gente. Muchos de los leprosos no emplearían el don de la salud en forma que fuese una bendición para sí mismos y para otros. Y al atraer a los leprosos en derredor suyo, daña ocasión de que se le acusase de violar las restricciones de la ley ritual. Así quedaría estorbada su obra de predicar el evangelio» (DTG 229-30).
Israel Leito
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