El niñito de belen (Reflexión en vídeo y audio)
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Que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor. Esto os servirá de señal: Hallaréis al niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre. Lucas 2:11, 12.
No podemos entender cómo Cristo se convirtió en un niñito impotente. Podría haber venido a la tierra con tal belleza que no hubiera sido como los hijos de los hombres. Su rostro podría haber resplandecido de luz, y su forma podría haber sido alta y bella. Podría haber venido de tal manera como para encantar a los que lo miraran; pero ésa no era la forma en que Dios quería que viniera entre los hijos de los hombres. Había de ser como los que pertenecen a la familia humana y a la raza judía... Había venido a ocupar el lugar del hombre, a darse en prenda a sí mismo por el hombre, a pagar la deuda de los pecadores. Había de vivir una vida pura en esta tierra, y mostrar que Satanás había dicho una falsedad cuando pretendió que la familia humana le pertenecía para siempre y que Dios no podía arrebatar a los hombres de sus manos.
Los hombres primero vieron a Cristo como a un nene, como a un niño. Sus padres eran muy pobres, y no tuvo nada en esta tierra salvo lo que tienen los pobres. Pasó por todas las pruebas por las que pasan los pobres y humildes desde la niñez a la adolescencia, de la juventud a la virilidad...
Mientras más pensamos en Cristo convertido en un niñito aquí en la tierra, más maravilloso nos parece. ¿Cómo puede ser que el desvalido niño del establo de Belén sea el divino Hijo de Dios? Aunque no podamos comprenderlo, podemos creer que Aquel que hizo los mundos, debido a nosotros se convirtió en un niño desvalido... En él, Dios y el hombre se vuelven uno, y en ese hecho radica la esperanza de nuestra raza caída. Contemplando a Cristo en la carne, contemplamos a Dios en la humanidad, y vemos en él el resplandor de la gloria divina, la expresa imagen de Dios el Padre.—The Youth’s Instructor, 21 de noviembre de 1895.
Por E.G.White "A Fin de Conocerle", página 23.
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